Siempre he defendido que a la mujer no hay que entenderla,
sino quererla, pero está claro que esto implica unos mínimos de comprensión. Puede
que nosotras seamos un poco complicadas, unas más que otras. En cualquier caso,
una de las claves para salir airoso de las inclemencias de la bipolaridad
hormonal femenina, es ser un poco observador y conocer uno de los principios básicos
de nuestra condición, el lenguaje no verbal. Y en éste, la palabra clave es “nada”, porque creedme, a las mujeres siempre nos pasa algo. Tenemos un don, una capacidad innata de interrelacionar todo en nuestra cabeza. Y con lógica. La nuestra, claro.
Obviamente, ninguna de nosotras se prestaría voluntaria a
someterse a un polígrafo porque se nos destaparía el chollo que tenemos montado
con los mensajes ambiguos en clave. La mayoría de las veces, lo hacemos para justificarnos
a nosotras mismas esos incómodos cambios de humor (no, a nosotras tampoco nos
gustan), pero no siempre, cuidado. A veces, lo decimos en serio. Dejémoslo en que esto es lo bonito del amor
(ejem), comprendernos desde la más absoluta incomprensión. Seamos realistas,
hombres y mujeres estamos destinados genéticamente a pensar de formas
distintas. No tiene más.
Que tú llegas a casa reventada de trabajar y todavía tienes que
darte una ducha, cambiarte, recoger la ropa del tendal, preparar la cena,
fregar y cabe la posibilidad de que también te hayas traído a casa trabajo de
la oficina, así que calcula. Y esto contando que no tengas niños, que si los tienes,
ni te cuento la que se puede armar. Así que por fin, tres o cuatro horas
después, alcanzas ese codicioso objeto que vulgarmente se conoce como sofá y te
sientas plácidamente. No te lo puedes creer, estás en una nube, te da igual lo
que pongan en la televisión, como si echan fútbol. Nos da igual, no la
estamos viendo.
Y en ese momento de casi felicidad absoluta:
-Cariño
-Dime cielo
-¿Estás bien? Te noto rara…
Giras levemente la cabeza hacia tu pareja. No, no y mil
veces NO, dime que no me estás haciendo esto ahora, por favor.
-Claro, estoy bien. Un poco cansada… Nada más.
-¿Seguro?
-Seguro, cariño… Seguro.
-¿De verdad no te pasa nada? Esta noche no hablas mucho.
-Te lo prometo, no me pasa nada.
Y YA, no insistáis más porque éste es un clarísimo caso de “no
me pasa nada pero, si vuelves a preguntar, me va a empezar a pasar y te voy a
detallar todo lo que he tenido que hacer durante el día y me excusa de toda
obligación de hablar”. Ahí está la clave, distinguir los “nada”, no es complicado.
Veamos, si llegas a casa y te encuentras a tu mujer echando espuma por la boca
mientras friega, ordena la ropa o cualquier otro tipo de actividad que implique
tener las manos ocupadas, ESE SI es el “nada” peligroso. Y agárrate, porque
aunque no lo sabes (o si), la has liado muy, pero que muy gorda.
Te recomiendo que cada día, cuando estés metiendo la llave
en la puerta, hagas un repaso mental de tu jornada y los riesgos que hayas podido
correr de cabrear a tu señora, porque si solo hay uno, te vas a encontrar esto:
-Cariño, ya estoy en casa.
-(…silencio…)
-¿Cariño? ¿Estás en casa?
-(…silencio…)
En ese momento la encuentras muy seria, de espaldas,
preparando la cena y te acercas por detrás a darle un beso y saludar.
-Ah, estás aquí, pensé que no estabas. Como no contestabas…
¡Un momento! Antes de seguir, he de decirte que tu parienta
tiene un mosqueo monumental. Tú sabrás lo que has hecho, pero tienes un
marronazo bueno encima. Te advierto también, que vas a recibir un “nada” seco,
tosco y generalmente, acompañado de monosílabos.
-¿Sabes lo que me ha pasado hoy en la oficina?
-No
-Me han puesto un becario para que lo forme, lo que me faltaba. Como no
tenía bastante con hacer el trabajo de cuatro, ahora tengo que sacar tiempo
para esto.
-Vaya
-Ya les he dicho a mis jefes, que no doy más de sí, que no tengo horas
suficientes.
-Ya
-Y Jesús, el de recursos humanos ha aparecido hoy con un cochazo
impresionante. Este tío no sé cómo se lo monta, de verdad.
-Aham…
¿Te das cuenta ahora de lo que te decía de los monosílabos?
No le importa, ahora mismo en su cabeza sigue retumbando SU película, en la que
evidentemente, tú y solo TÚ, eres el motivo y, por ende, protagonista. Por lo
tanto, ella no está escuchando lo que te han hecho tus jefes, le importa un
carajo. Y tampoco le interesa el coche que se haya comprado Jesús. Como si el mismísimo
diablo se ha presentado en tu oficina para quemarte el culo con un lanzallamas,
que le da igual. Ella, en este momento, solo escucha un “blablablá” difuso de fondo,
muy a lo lejos. No te está escuchando, haz algo.
-Oye, cielo, ¿estás bien?
-Si
-Te noto muy rara
-No me pasa NADA.
¡Ahí está! ¡AHÍ ESTÁ! Ese es el nada, ESE Y NO OTRO. Se
masca la tragedia, estás en DEFCON 2. Tu velocidad de reacción ahora mismo es
clave y te voy a enseñar exactamente dónde te equivocas.
-Oye, tú estás muy rara. Seguro que te pasa algo.
ERROR. Ya has metido la pata, estás acusándola. Con esto,
acabas de darle todo el poder. Ya tiene un argumento, una excusa para
despedazarte, algo que no dudará en usar en tu contra. A ver, te voy a dar otra
oportunidad, prueba otra cosa.
-Preciosa… Que te parece si tú y yo antes de cenar…
¿PEEEEEEERDÓN? ¿Esto es lo mejor que sabes hacer? Dime que
no, porque...
Te voy a poner en situación porque me temo que no has captado la
gravedad del caso. Mira, no sé lo que habrás hecho, pero tu mujer ahora mismo no
quiere que la toques ni un pelo. Olvídalo, aléjate, no está receptiva. Incluso
en algunos casos, estará tan irritada contigo que corres un peligrosísimo riesgo
estableciendo contacto físico con ella. No te arriesgues, inconsciente. Tú eres
primario, ella no y la vas a cabrear más. Esta tampoco es la manera. Venga, hoy
estoy generosa, te dejo intentarlo por tercera vez. La última, ¿eh? No nos
pasemos.
-¡Es que no se me ocurre ninguna más, Isabel!
-Ah, ¿prefieres que hablemos por aquí? Vale, vale… ¿De verdad no se te
ocurre otra forma de hacer las cosas?
-Ninguna, de verdad. Sois excesivamente complicadas, nosotros somos
mucho más simples.
-Yo prefiero llamaros prácticos, pero no se puede ser así para todo.
¿Sabes lo que si es simple? Lo que tendrías que hacer. Depende de la que hayas
liado para que esté así, claro.
-¡Pero si es que no he hecho nada!
-Imposible, ella no está así por nada. Algo has hecho. Piensa, ¿algún
tonteo por ahí?
-¡Para nada!
-Bueno, entonces todavía tienes alguna posibilidad de no dormir en el
sofá. Venga, dime qué vas a hacer.
-Si es que no lo sé, haga lo que haga va a acabar en bronca.
-Depende de la mujer, pero tienes un elevado índice de posibilidades de
ser así.
-¿Qué me recomendarías hacer? ¡Tú eres mujer!
-A mí no me metas, que yo soy muy rara. No me hubiese enfadado por una tontería
así.
-Así que tú lo sabes… ¡Sabes por qué está enfadada!
-Por supuesto, te recuerdo que soy yo quien escribe la historia.
-¡Dime qué le pasa, por favor! Te lo ruego, échame un cable… Tú me has
metido en este lio.
-Lo sé, y quiero ver cómo sales de él.
-Si no tengo ni idea, ¡podemos estar aquí horas!
-No tengo ninguna prisa. ¿Tú?
-¿Qué te cuesta decírmelo?
-Y a ti, ¿qué te cuesta pensar un poco? Es tu mujer, deberías conocerla
un poco, ¿no? ¿De qué sirve que te arregle el problema hoy si mañana te va a
pasar lo mismo y no voy a estar aquí para decirte lo que tienes que hacer?
-Por lo menos, me ahorraría la bronca de hoy. Además, ¡va a empezar el
partido!
-Aquí era dónde teníamos que llegar. ¿Recuerdas cuando hace un rato te
he dicho que no eras simple, sino práctico? Pues bien, aquí estás siendo
simplemente gilipollas.
-¿Tú también? ¡Si no he dicho nada!
-Claro que lo has dicho, en lugar de ocuparte de solucionar lo que
ocurre, sólo quieres que pase para sentarte cómodamente a ver el fútbol. Así
no, así cada día el problema será más grande. ¿Acaso no te preocupa que ella
esté así? Imagino que no sea agradable y lo esté pasando mal, aunque sea por
una tontería.
-Visto así, tienes razón.
-Pues ya estás poniéndote a pensar. Te daré una pista, fechas…
-Fechas, fechas, fechas… No es su cumpleaños, ni nuestro aniversario,
ni nada especial.
-¿Estás seguro?
-Joder, ¡ahora me haces dudar!
-Es una tontería, pero una tontería importante para ella. Te lo
recuerda cada año.
-¡Mierda, mierda, mierda! ¡Joder! Ya sé lo que es.
Y no, no os voy a decir lo que es, seguro que lo habéis
vivido más de una vez. Os invito a ser protagonistas de esta historia. La
historia de cualquier hombre, y cualquier mujer. No os empeñéis en entendernos,
teniendo en cuenta que somos una bomba de relojería hormonal, es prácticamente imposible.
Es más, os contaré un secreto, ni siquiera nosotras nos entendemos muchas
veces, se nos va de las manos nuestro cuerpo. ¿Qué quiere llorar? Lloramos. ¿Qué
quiere reír? Reímos. ¿Qué quiere callar? Callamos. Es nuestra eterna guerra,
la que siempre perdemos, pero no nos gusta reconocerlo. La mujer que lo niegue,
miente.
En la batalla interna que libramos, poneos de nuestro lado. Buscamos
un aliado, no un enemigo más. Y para esto, no hay que entendernos, hay que
querernos.
@isabel_ecogest