Los amigos no te quieren, te estiman, te cogen cariño, darían
todo por ti, pero “Querer”… eso son palabras mayores, a no ser que estéis borrachos
como una cuba, meando entre dos contenedores, detenga la respiración, te mire a
los ojos y armado de valor se sincere.
“Joder, Toñín, quiero que
sepas QUE TE QUIERO MAZO.”
Entonces sí que es amor verdadero. Por varias razones.
1-Porque no
viene a cuento.
Es fácil decir te quiero en un ambiente romántico. Hace poco acudí a una cena en
un local que irradiaba tranquilidad, debe ser el ZEN ese. Tenía sofás de tela
en la calle. El hilo musical simulaba el sonido de un amanecer en la selva de
las Yungas. El mar de fondo, a escasos metros, la luna llena, bañándose entre
las olas. Las velas parpadeaban con cada suspiro nuestro. Así cualquiera se
anima, estuve a "esto" de entrarle a mi suegro.Es que lo tenía justo enfrente. No sé qué me pasó. El ZEN.
2-Estáis meando juntos.
Cuando sois novios el otro no mea. Ni caga.
Es decir, eso forma parte de su lado oscuro, pasado oscuro quizá. Cuando
alguien te gusta no te la imaginas haciendo pis. No pasa por tu cabeza tal
locura. La mujer de tus sueños dejó esas costumbres por ti. Eso es, es
perfecta. Yo llevo un tiempo viviendo con mi pareja y cierro el pestillo cada
vez que entro. Ella ni se imagina que cago.
“Sal
ya del puto baño, qué leches estarás haciendo.” Comenta cegada por el amor.
3-Todo lo demás no importa.
Cuando estás frente a tu pareja, quien dice
frente dice encima, debajo, de lado… el mundo se para. Lo de alrededor no
importa. Pierdes la vergüenza y te llenas de pasión.
Es más, cuanto más raro el lugar, más
morboso. Dejarse llevar delante de todos los demás es pasional, sincero y en
algunos sitios delito, como en el pasillo de embutidos del Eroski. Pero eso es
agua pasada, además mi suegro me hizo la cobra.
El caso es que si un amigo es capaz de
sincerarse entre dos contenedores, con toda la gente revoloteando a vuestro
alrededor, eso es amor.
4-No tienes el mejor aspecto.
El maquillaje es el photoshop manual de las mujeres reales. Las de las revistas no
existen. No le deis más vueltas, me lo ha dicho mi mujer.
Pero ojito con las reales, que a veces
tampoco son lo que aparentan.
¿Quién no se ha acostado con una diva y se
ha levantado con Conchita? Una mala noche la tiene cualquiera, ¿pero dos? Es
entonces cuando aprendes a detectar las falsedades. Las extensiones, las uñas
de porcelana, el botox, las pestañas extra-largas, las lentillas de colores… Te
vuelves un experto en la materia, por la cuenta que te trae y aprendes a elegir
a la persona bella por dentro y por fuera, si no se dan ambos casos no
funciona. Te pasarás el resto de la vida con quien elijas, le verás al
amanecer, con las sábanas pegadas, sin maquillaje y con ese peinado de “he venido en moto, sin casco, rozándome la
sien con todos los quitamiedos que había en la carretera” y aun así debe
gustarte.
Tu cara tras horas de borrachera, entre
esos contenedores, debe ser un cuadro, uno abstracto. Tu amigo te debe querer mucho.
5-No te ha llamado por el móvil, borracho
perdido, a altas horas del fin de semana.
Todos sabemos que esas llamadas no cuentan. Que se
hace por lo que se hacen pero al día siguiente ni se recuerdan. A no ser que te dé
por leer los wasap mientras deseas fuerte que dos sicarios vengan y te lleven con
ellos, lejos, sin retorno, sin wifi.
Vaaaaale, tu colega se ha declarado en una
situación parecida, pero sin móvil de por medio. Dando la cara, a la vieja
usanza. Tu amigo es un clásico, un romántico, y eso es de agradecer.
Si cumple esos 5 pasos, la declaración es oficial, real, y
deberías planteártelo al menos. Pero ojito, cuesta mucho ganar un amigo y muy
poco perderlo. “Cruzar esa delgada línea
que separa la amistad del amor es algo muy violento.” Me recuerda mi suegro
vía wasap. El muy canalla me está echando en cara el quinto paso. No sé por qué me pongo así con él, no me van
los tíos, ni siquiera es mi amigo, pero me envía señales confusas y uno no es
de piedra.
Todo sucedió en mi boda, coincidimos en el baño, me miró, me dió un fuerte abrazo y me dijo…
“Joder, Toñín, quiero que sepas QUE TE QUIERO MAZO.”
Debo ser muy rara, Giulio, pero en tan sólo unas horas de poder, he salido por la puerta de atrás y mucho más que desgastada. Es domingo, las siete de la tarde y por fin estoy de vuelta a casa desde que salí ayer por la mañana. Y vosotros diréis: "Bah, ésta se ha pegado un finde brutal", ¡JA! Lo que no sabéis es que, tras celebrar que ganásemos la Copa, he ido de empalmada a presidir una mesa electoral. Ya puedo incluir en mi CV que he sido Presidenta, aunque lo mio no haya terminado con una suculenta pensión vitalicia.
Anoche se nos fue de las manos. Esta semana no he estado muy bien de ánimo, hace unos días lo dejé con mi novio, así que ayer mis amigos se dedicaron a darme la típica charla "Nena, tú vales mucho. Ese capullo no te conviene" y me vine arriba. Os lo contaría, pero no recuerdo prácticamente nada. Sólo espero que el trozo de piedra con forma de meñique que ha aparecido en mi bolso, no sea de la Cibeles, que la Botella me mata. A las 7:50, mis amigos me estaban tirando del coche casi en marcha en la puerta del ayuntamiento de Alcobendas.
Y allí aparecí, como Britney Spears después de una mala noche. Bueno, en mi caso, la actitud se parecía más a esto. Menudo cachondeito me traía.
Bromas aparte, llego y me recibe muy educado uno de los vocales.
-Buenos días.
-Buenos días. –dije pensando: “lo serán para ti, hermoso”
-Aún no hemos abierto.
Ya, eso me dijeron también a las seis en el último after y mira la copa que traigo en cada mano.
-Ya, ya. Disculpa, igual no me reconoces sin el plasma, soy la Presidenta.
-¿Me dejas tu dni?
-¿Mi dni? Claro,claro. Toma.
Y yo me pregunto, ¿quien demonios desearía estar a las 8 de la mañana un domingo de
resaca presidiendo una mesa electoral? ¿De verdad creéis que otra persona se dejaría engañar? Joder, estáis muy mal.
-Perfecto, Isabel. ¿Quieres tomar algo? Algo que no sea una copa, claro.
-Café, por favor. Grande. Mejor dos. Two relaxing cup of coffe.
Menuda papeleta presidir la mesa, ya empezaba a venir gente. Cómo sois, pero si tenéis todo el día para
venir, dejad que me tome el café. Grité un "¡George Clooney is outside!", pero no se iban, y no veáis lo
que cuesta encontrar el nombre de los vecinos en esas listas con todos esos renglones moviéndose arriba y abajo sin parar. Un par de horas después, se me caía hasta el pelo del estrés. Qué país, ¡si es que todo son obligaciones y cada día menos derechos! Hoy sin ir más lejos, yo no he tenido ni derecho a dormir mi
propia resaca.
Anda, mira quien viene por ahí… el director de mi banco.
Pues se va a cagar, a éste le voy a tener dando vueltas por todo Madrid
buscándose en las listas del censo. Por cabrón. Le recibí con una enorme sonrisa en la cara y como diría mi querido Harry, el sucio: "Make my day".
-Buenos días, Armando.
-Hombre, Isabel. ¿Te ha tocado de Presidenta? Vaya... Qué alegría
verte, ¿cómo está tu padre?
Pues todavía cagándose en tus muertos después de que le robases más de treinta mil
euros en preferentes. Como yo, más o menos.
-Bien, bien. ¿Me dejas tu dni, por favor?
-Sí, claro, aquí tienes.
Y me puse a mirar con la regla cada línea de las listas que
tenía sobre la mesa. Diez minutos de silencio después y una cola de gente
importante:
-Mmmmmm… No, Armando. Aquí no apareces.
-¿Cómo que no aparezco?
-Pues que no apareces, no estás en la lista. Debes estar empadronado en
otro ayuntamiento.
-¡Imposible! ¿Has mirado bien?
-¿Insinúas que no soy capaz de encontrar “Bronca Segura, Armando” en
una lista? No estás.
-Pero… Debe ser un error.
Tú sí que eres un error, ladrón.
-Eso yo no lo sé, solo sé que no apareces y no puedo dejarte votar. Estaría
cometiendo un delito, puede que no tan grave como robar a tus clientes, pero
seguro que no quieres que haga eso, ¿verdad? Deberías mirar en otro
ayuntamiento, en alguno de Madrid aparecerás. Toma, aquí tienes una lista de los
ayuntamientos de la Comunidad por orden alfabético. Es pronto, tienes tiempo.
Armando pálido, incapaz de pronunciar palabra, los vocales
estupefactos mirándome y un silencio sepulcral en la sala. Llamadme lo que
queráis, aún no tengo el condensador de fluzo montado en el Delorean para volver al día en que engañó a mi padre y evitar que firmase. Así que, entre
tanto, le voy a putear en el presente y que me quiten lo “bailao”. Sé que no está bien, pero vender productos bancarios fraudulentos tampoco y mírale, aquí tan tranquilo con su Mercedes de setenta mil euros y su polito Lacoste. Anda y que te den.
Ay, madre, un grupo de monjas. Me santiguo, que estas cosas
nunca se sabe, pueden ser señales.
-Buenos días, señorita.
-Buenos días, hermana. Déjeme su dni, por favor.
-Aquí tiene, que Dios la bendiga.
-Pero, oiga, ésta no es usted.
-Mírelo bien, por el amor de Dios, que tenemos a Sor Concepción muy mayor. Es la que conduce y nos esperan dos horas de coche por carretera general al
convento.
-No, no, si lo he mirado perfectamente. Según este documento,
tiene usted 21 años y se llama Daisy Jeannette Maria de todos los Santos.
Permitame que dude, pero a la vista aparenta los sesenta y por su acento, parece más de Alpedrete que puertorriqueña.
-Sí, pero soy una sierva de Dios y usted debería mirar bien de nuevo la
foto. Soy yo, fíjese bien.
Y en ese momento, se inclinó hacia mi y muy bajito me dijo: “Bronca
Segura, Armando”, mientras daba golpecitos con su dedo índice sobre el nombre
del director de mi banco en las listas y me miraba a los ojos. Tragué saliva
despacio.
-Hermana, tiene usted razón. Es asombroso lo que envejece hacer dulces.
-Sí, pero envejece más perder la fe. No lo olvide, aun es usted
una niña.
-… (Silencio)… Daisy Jeannette Maria de todos los Santos. VOTA.
Daisy es la jovencita que me señala escondida, Concepción la 2ª por la izda.
Decid lo que queráis, a mi me dio mucho miedo y esa monja
vota. Ella y las otras 25 que la acompañaban en el microbús que conducía Sor
Concepción, también. Que Dios las proteja hasta que lleguen de vuelta, porque la hermana
que conduce, con sus 94 años, parece un poco kamikaze. Todavía me estaba
recuperando de mi surrealista reencuentro con la fe, cuando veo aparecer a mi
hermano mayor. Tan sonriente él, dando la mano a todos y saludando. Muy guay, como
siempre. Se acerca y me da un abrazo.
-Hermanita…
-Hombre, hermano. ¿Qué tal?
-Bien, aquí andamos. ¿Tú en la mesa? Qué coñazo, ¿no?
-Ya ves, me ha tocado. Me dijeron que llegaría lejos y mírame,
Presidenta de la mesa electoral. No me cabe ninguna duda de quién eres, pero
tengo que pedirte el dni, Arturo.
Lo sabía, es que lo sabía. Siempre fue un liante, ¡siempre! Le miré apretando
los labios y me acerqué a su oído.
-Arturo, por casualidad, ¿hace cuánto que no renuevas el carnet? Esta foto te la hizo
papá hace casi quince años, aun recuerdo el día.
-Jo, Isa, es que no he tenido tiempo. Te prometo que lo hago esta semana,
pero déjame votar, qué mas dará. Por favor… ¡Si soy yo!
-Joder, en qué lios me metes, te voy a matar… Venga, anda, vota.
Empezaba a sentirme observada por el interventor.
Efectivamente, me miraba con la boca abierta. Y con él, los
vocales, el secretario, el de seguridad y el del catering que entraba
por la puerta. Fue muy descarado. Puede que saltarme por
tercera vez las normas en menos de una hora no fuese lo más adecuado. Tenía que empezar
a portarme bien, me había poseído un espíritu corrupto al nombrarme Presidenta. Qué dulce sensación de impunidad, es lo que tiene el poder. El
poder engancha, es peor que una droga. Y yo me sentía poderosa.
El día continuó tranquilo. Hasta las cinco
de la tarde, que volví a delinquir. Una mujer trajo su papeleta de
casa en un precioso sobre rosa perfumado. A ver, ¿quien era yo para quitar la ilusión a esa señora? ¡Si además nos había traído porras! Maldita
sea, ¡PORRAS! En esta mesa sois todos unos rancios. Total, que
estaba tan feliz pasando mi resacón haciendo barquitos en el café,
cuando veo aparecer por la puerta a mi ex. Oh, Dios… Tan
guapo, tan alto... Se me cayó hasta la porra
en la taza, perdida me puse. Debía ser firme y recordar porqué le deje.
-Rubia…
-Hola, Dani. ¿Qué tal?
-Bien, más o menos. ¿Y tú?
-Bien, bueno, normal. Nada relevante, mi vida es muy aburrida.
-…
Silencio, uno de esos en los que ninguno acierta
a decir “te echo de menos”.
-En fin… Déjame tu dni, por favor.
Manos a los bolsillos, la camisa, cazadora.
Nerviosismo, no lo encuentra.
-Juraría que lo llevaba, ¿dónde lo he metido?
En esto, mi vecina, que estaba detrás de Dani, gritó:
-Muy bonito todo, pero que se aparte. ¡Quiero irme ya!
-Usted cállese o le cuento a su marido que se tira al del 4º C. –respondí.
Quince minutos después, el dni seguía sin aparecer y
yo empezaba a ponerme nerviosa. Debía deshacerme de él, mi ex es un embaucador profesional.
-Dani, déjalo. No puedes votar.
-Isabel, estaba seguro de que lo llevaba, debe haberse caído o algo.
-Ya, bueno, pero esto es lo que hay. No puedes votar.
-No has tenido suficiente con dejarme, ¿también me vas a hacer esto?
-Ay, la madre, lo que hay que oír... Dani, te dejé después de que desaparecieses durante más de dos semanas, dejándome tirada sin ninguna explicación. Si lo piensas un poco, puede que no te parezca
tan raro.
Capullo arrogante... Con lo enamorada de ti que estoy.
-Ya te dije que estaba hasta arriba de trabajo, ¡que no tuve ni un
momento!
-No es falta de tiempo, es falta de ganas. Venga, por favor, te conozco
perfectamente y vas con el móvil hasta al baño. Un mensaje, una llamada rápida,
algo. Mira, déjalo.
-¿Que lo deje? ¡No me muevo de aquí hasta que me escuches!
Madre mía, ¡mi ex me estaba haciendo un escrache! Lo que me
faltaba.
-No es el lugar para montarme una escena, Dani.
-Pero…
-Se acabó, si quieres vota, pero no sigas con esto.
-¡Que no! Tienes que escucharme. –exclamó dando un golpe sobre
la mesa.
Y es que a mi ex, siempre le gustó mucho mandar, pero hoy
estaba en mi feudo. Esta vez, yo tenía el poder y ésta no se la iba a pasar. Como si se hubiese apoderado de mi el mismísimo Al Capone, me incorporé despacio y sin dejar de mirarle a los ojos, le dije en un tono muy templado:
-Dani, voy a pasar por alto lo de tu dni y que ni siquiera sea éste tu
ayuntamiento, pero si no quieres que te saque la policía esposado de aquí, vota
y vete.
Ay, Señor, otra vez abusando de mi autoridad, me había saltado las normas por enésima vez. El poder me estaba convirtiendo un monstruo, ¡tenía que salir de ahí! En tan solo unas horas, había cometido casi media docena de infracciones. Os parecerá
una tontería, pero empiezas así y terminas aceptando sobres. Yo mejor
no me arriesgo, ahora mismo me da un vahído y que me alejen de este asiento.
Saqué mi lado más teatrero y, haciéndome la sofocada, empecé a abanicarme con una
papeleta. Rápidamente, un vocal me preguntó.
-¿Estás bien?
-No, no, no, no. Me siento muy mareada, creo que me voy a desmayar.
-Sé lo que pretendes y quiero proponerte algo. Somos dos vocales, si
enfermas, uno de los dos te sustituirá. Si me designas a mí, me comprometo a pasar
por alto todo lo que has hecho hoy.
¡SERA SINVERGUENZA!
Me está haciendo chantaje, ¡CHANTAJE! ¿Qué clase de
infierno es éste? ¡Aquí no hay nadie de fiar! Y ahora, ¿qué hago? Si me quedo,
me delatará, y de aquí al cuartelillo hay un paseo nada más. Podría destituirle, pero sabe lo que he hecho. Al final, en política todos tenemos algo que callar. Ya estaba viendo mi primer expediente policial, o apareciendo en los periódicos bajo titulares como: "Parecía una buena chica". Acepto, que se ponga en mi sitio
ese vocal, yo no puedo más. Aun no sé quién ganará, ni lo quiero saber. Viendo lo visto, nada va a cambiar.
Y es que todo el mundo desea tener poder. Sólo desgasta a los honrados.
Sobre todo si caminas con dos copas de más. Pero yo
controlo.
He dado más pasos hacia atrás que adelante, eso sin
contar los laterales, diagonales y transversales.
Mi programa de datos de running me da negativo, he
desandado.
He creado la ruta garabato. Mañana pienso colgarla en
Facebook.
Eso si me acuerdo, aunque por ahora soy consciente de
dónde estoy, de cuál es mi casa y dónde tengo las llaves. Es más, este 141
borroso es mi portal.
Vivo en un primero, llevo 4 minutos subiendo y bajando
escalones pero ya llego.
Saco las llaves del bolsillo, el otro bolsillo, no, el de
la derecha, ¡coño, las llaves!
No preocuparse, las tenía en las manos desde sabe Dios
cuándo.
Cojo una al azar y entra a la primera. Giro y la puerta
se abre. Menos mal, porque vengo meándome desde el portal. Corro al fondo a la
derecha del pasillo y me meto en el baño.
A oscuras, a lo loco. Confieso que quizá no sea el mejor
momento para mear sin luz pero es que no podía aguantar un segundo más. La
saco, meo y todo da vueltas mientras siento un escalofrío de placer. Sacudida a
ciegas, me subo la cremallera y no os lo vais a creer, la luz se enciende sola.
La situación es la siguiente, descubro que aquel lugar no
es mi baño, es un armario ropero, he meado entre la colección primavera-verano
de alguien y lo que es peor, tras de mí se abre una puerta. El tiempo se para.
Mil cosas se pasan por mi cabeza. ¿Dónde estoy? ¿Quién está abriendo la puerta?
¿Desde cuándo se lleva el color salmón? ¿Estamos locos o qué?
Me voy a girar, ya que todo gira… así descubro quién me
va a descubrir.
No os lo vais a creer. Era yo. El tipo ese que abría la
puerta era yo pero otro.
No era mi otro yo interior, eso es una locura, era otro yo a secas abriendo la puerta. Una situación incómoda donde las haya.
-Hola.
-Shhh… ¡Calla! (me ordenó callar) (me ordené)
-Ey, tú eres yo.
-¡Has meado en el suelo de un armario!
-Yo pensaba que era el baño.
-¿Baño? Qué cojones, si no es ni tu casa.
Normalmente, si vas pedo, tardas la vida en abrir la
puerta, la llave se cae, no entra, gira hacia otro lado… sin embargo yo he
conseguido abrir a la primera una cerradura que no era ni la mía. Soy un Ninja. Aproveché la situación para hacerle unas preguntillas.
-¿Cómo que no es mi casa? ¿Y dónde estoy?
-No lo sé. Y habla más bajo, joder.
-Un momento, no te hagas el loco, tú, tú… ¡eres yo!
-Yo no soy tú. Yo soy yo.
-Pero yo soy yo.
-Te equivocas, cuando te emborrachas no eres tú mismo.
-¿Qué quieres decir?
-Pues que te conviertes en una caricatura de ti.
-¿Y puedo verte? ¿Tú eres yo sereno?
-La verdad es que esto no debería estar sucediendo, ¿qué
coño has bebido?
-No sé, todo, supongo. Había barra libre.
-Mira, no es hora de buscar explicaciones, debemos salir
de esta casa.
-Yo quiero ir a mi casa, aunque, por una parte, nunca he
salido de fiesta conmigo, es decir, contigo. ¿Te hace una última copa?
-Yo no bebo.
-Ya, lo suponía.
-Salgamos de aquí, la puerta está al fondo del pasillo, a
la izquierda.
-Perfecto, yo te sigo.
Ambos salimos del armario. Vaya, dicho así suena raro. Imaginaos
que por lo que fuera alguien nos viese a los dos salir del armario, sería una
situación incómoda, pensarían que somos... gemelos, y yo no tengo hermanos. Lo
cual me conmovía aún más, ese yo era como el hermano que nunca tuve, no quería
que terminase ese momento jamás.
-¿Estás llorando? ¿Te pasa algo?
-No, snif, estoy bien, muy bien diría…¡dame un abrazo!
¡Te quiero mucho!
-Estás borracho.
-Ya, pero sé lo que digo.
-Shhh… calla, la puerta de la calle se está abriendo.
-¿Somos más?
-¿Cómo?
-Qué si van a aparecer más personas como nosotros.
-No hay más personas como nosotros.
-Vaya, hubiera estado bien.
No había más clones, pero alguien estaba entrando en
aquella casa.
No os lo vais a creer, era Sebas, mi cuñado.
-¡Sebas! (grité)
-¿Ein? (Dijo extrañado)
Sebas miraba raro, como si no recordase su propio nombre.
-¿Es a mí?
-Joder Sebas, qué susto, no te lo vas a creer pero debo
tener tus llaves y me he metido en tu casa por error, ya ves, el subconsciente
me ha debido traer aquí.
-¿Quién es Sebas?
-¿Has bebido?
-Mucho.
-Ya, eso imaginaba. ¿Y viene alguien contigo?
-¿Quién va a venir?
-No sé, otro como tú. Mira, este soy yo pero en plan
aburrido.
-¿Quién?
-Este chico.
-¿Has bebido?
-Mucho.
Fue probablemente la conversación más surrealista que había mantenido en mi vida.
Sebas no recordaba su identidad, y encima no veía a mi
otro yo. Cosa que ponía en duda mis actos. ¿Quizá no había otro yo? ¿Sería mi
subconsciente? ¿Cómo debe oler el ropero ahora? -Yo me piro a la cama. -No jodas Sebas. -Tienes Ginebra en el mueble bar. -Descansa.
Sebas desapareció por el pasillo y nos quedamos a solas nosotros dos, él sentado en una butaca y yo de pie, sirviéndome un cóctel sencillito.
-¿No sería mejor que te acostases?
-Es el último, lo prometo.
-A mi me da igual, lo digo por ti.
-Yo estoy bien.
-Si no es mucho preguntar... ¿Por qué bebes? ¿Acaso no quieres dejar de ser... lo que eres ahora? ¿No quieres volver a ser yo?
-Básicamente bebo para integrarme.
-¿En una realidad alternativa?
-Es mi realidad.
-Por poco tiempo. Mañana te costará recordar lo que hiciste hoy.
-Bueno, mañana habré desaparecido.
-En parte sí.
-Volveré a ser tú.
-¿No te gusta serlo?
-Si, mucho, por eso quiero pasar más tiempo contigo.
-Pero mañana no serás consciente de esto.
-Como cada día.
-¿A qué te refieres?
-Nunca he llegado a admirarme. Ahora lo hago.
-Brindemos.
Conozco a Barbie desde hace treinta años y creedme, es muy buena tía. Últimamente, no pasa por su mejor momento, tiene problemas con Ken. La llamo cada día, siempre fue una gran amiga, una de esas leales que no fallan y siempre tienen una sonrisa. El otro día, me comentó que había concedido una entrevista a VAGUE que se publicaría el miércoles. Esperaba el típico reportaje ideal, pero me avisó que esta vez se desnudaría. A su corazón, se refería. A mitad de semana, compré la revista y entré a leerla tranquilamente en una cafetería.
Vaya, por fin se casan estos dos. ¡Qué alegría!
Abrí la revista y cuando llegué a la página 25, no podía creer lo que leía. ¡Si solo hacía unos meses que no la veía! Sabía que lo estaba pasando mal, Ken la tenía mareada perdida, pero siempre me repetía que no me preocupase, que estaba bien. Ha sido un error imperdonable por mi parte creerla cuando decía que no pasaba nada, debí darme cuenta de lo que sucedía. Maldita vida de adultos, vas tan rápido que no nos dejas darnos cuenta de cosas que cualquier niño vería. Conmocionada, empecé a leer su entrevista. Así decía:
Bienvenidos a la exclusiva entrevista que Barbie concede al
equipo de VAGUE. Nos recibe en su casa, sin maquillar y con una gran sonrisa.
En estas líneas, descubriremos cómo el icono de la elegancia y perfección de
los últimos cincuenta años, se ha visto envuelta en una terrible pesadilla de
carbohidratos y grasas saturadas por culpa del desamor. Pero también encontraremos
fuerza, esperanza y ganas de vivir. Un conmovedor testimonio que no dejará
indiferente a nadie. La verdadera historia de Barbie.
-Antes de comenzar, muchísimas
gracias por recibirnos, Barbie.
-Estoy encantada de
veros, vuestra revista siempre es bien recibida.
-Naciste un 9 de
marzo de 1959, ¿qué te llevó a hacerte Barbie?
-La verdad es que, por aquel
entonces, estaba en paro y no tenía otra cosa que hacer. La oferta de Mattel era buena y acepté en lo que encontraba algo mejor.
-Y triunfaste.
-Han sido años de mucho sacrificio. He trabajado cada día, jamás
me habían explotado así. Entre fiestas, viajes, estudiar, dar clases, la clínica
veterinaria, cuidar de la casa, mis hermanas… No he tenido tiempo mucho tiempo
para mí.
-Eres una mujer muy polifacética
y preparada. Hemos contabilizado más de 65 profesiones en tu CV y 30 películas,
sin contar los cameos en Toy Story.¿Cuál consideras que ha sido tu mayor logro?
-Sin lugar a dudas, sacar los doctorados en Medicina, Arquitectura y Económicas en menos de un año, todo antes de las navidades del 98. Mattel presentaba una ambiciosa campaña con modelos
y accesorios nuevos. Fueron muy exigentes con mi formación. Tenía que ser perfecta, gustar a todos. Qué estrés,
adelgacé muchísimo.
-Delgadez que, actualmente, choca mucho con tu imagen.
-Sí, ¿verdad? He cogido
unos kilitos…
-Volviendo a la
historia de tu vida. Si entramos en el terreno personal, se te ha relacionado
con muchos hombres, entre ellos el Capitán América. ¿Qué opinas acerca de esto?
-Ya sabes lo falso que es este mundillo. Se habla mucho sin contrastar la información,
todo vale por una noticia. Como cualquier muñeca, tuve una vida antes de conocer a Ken, pero jamás le fui infiel. Mi otro gran amor fue unG.I. Joe y nunca lo oculté.
-¿Cómo conociste al que, sin duda, ha sido el hombre de tu vida?
-Llevaba un par de años trabajando para Mattel, tenía todo tipo de accesorios, pero no un
novio. La Junta Directiva era muy tradicional. Para ellos, una mujer independiente sin un hombre a su lado, daba mala imagen, así que me metieron a Ken en casa.
-Pero, ¿así sin más?
-El negocio de los juguetes es frío, no hay sentimientos. Nadie conocía a Ken por aquel entonces, era un pobre
diablo que vendían los quioscos en sobrecitos por 5 centavos. Fíjate que lo primero que tuve que hacer cuando se instaló en casa, fue
prepararle un par de huevos fritos con patatas.
-Por lo que cuentas,
no fue un amor a primera vista como nos intentaron vender en todas las jugueterías.
-Para nada, fue todo
un montaje. Sabía que él no me quería, por eso, cuando firmamos el contrato de
noviazgo, exigí que fuese en régimen de separación de cajas. Él en la suya, yo
en la mía y Mattel en la de todos.
-Pero no todo salió
como esperabas y te enamoraste perdidamente de él.
-Han sido casi
cincuenta años juntos. Aparentar una vida idílica es muy duro, yo estaba muy sola y el roce hace el cariño. Cuando
me quise dar cuenta, mi plastificada alma estaba loca por él.
-Aparentemente, erais
la pareja perfecta, aunque se ha especulado mucho sobre las constantes crisis
que habéis sufrido. ¿Qué hay de cierto en todo lo que se rumorea?
-Hubo un tiempo que llegué a creer que Ken me quería,
ahora sé que era mentira. No me dejó antes porque, de haberlo hecho, su lujosa vida se habría
esfumado. Todo era mío, él no tenía nada. Siempre fue un mantenido, y yo una ciega enamorada.
-¿En qué situación
está vuestra relación actualmente?
-Nos estamos dando un
tiempo. Fue decisión de él.
-Si no es indiscreción,
¿hace cuánto que él tomó esta decisión?
-Algo más de diez
meses.
-Cuéntanos, Barbie, ¿cómo
han sido estos diez meses hasta ahora?
-Muy duros. Al principio, hablábamos
cada día. Me pedía paciencia, decía que me quería, que necesitaba
tiempo y pronto estaríamos juntos riéndonos de todo esto. Incluso llegué a creerlo, qué estúpida. Me costó comprender que, cuando alguien te quiere,
no se limita a quedar un par de días al mes para acostarse contigo y después
desaparece. Hoy en día, lo poco que sé de él es a través de las redes sociales.
-Así que, ¿a ésto se
debe el cambio de imagen con el que nos has sorprendido?
-Si con cambio de
imagen te refieres a los casi 20 kilos que me sobran, sí. Me he comido exactamente 19 kilos de paciencia. 10 por pierna. Empiezas con
un heladito
de vainilla los sábados que te dejan tirada y terminas desayunando a diario Phoskitos con caramelo y nata montada. O cocinando croissants caseros
a las tres de la madrugada, recuerda que también soy una gran repostera, jijijijiji.
-A día de hoy, ¿cuál consideras que es tu estado de ánimo?
-Sinceramente, he esperado demasiado y tanta paciencia me ha hecho perder un valioso tiempo que no recuperaré, pero estoy muy ilusionada con esta nueva etapa.
-Decía Rousseau, que la paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces.
-¡Huy! Pues dile a ese tal Rousseau, ¡que yo me he comido todo lo dulce esperando!
-Supongo que no
habrás estado sola este tiempo. ¿Qué dice sobre ésto tu familia y amigos?
-He
preferido mantenerlos al margen de lo que estaba ocurriendo. Me daba verguenza que me viesen así, reconocer por lo que estaba pasando. No quería escuchar
la realidad y ellos me la iban a decir. Me engañaba a mí misma. Le quería y por
eso creía cada mentira que me decía. Estas cosas funcionan así, de nada sirve
lo que te digan. Hasta que no lo ves con tus propios ojos…
-Cambiando un poco de
tema, ¿Qué opinas sobre la canción “Barbie debe morir” que te ha dedicado Mario
Vaquerizo en su último álbum de las Nancys Rubias?
-Mario y yo somos
amigos desde que conoció a Alaska, los dos son un amor. El golpecito que nos dimos en
aquella rotonda fue una tontería, se le habrá calentado la boca… Ya le dije que choqué mi coche
porque sí. Me da igual, me encanta.
Ay, de qué me suena esta frase...
-¿Qué planes inmediatos
tiene Barbie para el futuro?
-Ahora que he
asimilado la realidad, ¡muchos! Ken no me quiere, pero no le necesito. Tengo
las ideas claras, además de la dieta, voy a oscurecerme el pelo como mínimo a castaño, que ser tan rubia es agotador. También he presentado mi renuncia
como Barbie a Mattel. Se acabó ser la mujer perfecta que quiere
gustar a todo el mundo. Llevo toda mi vida complaciendo al resto, merezco
disfrutar de ser yo. Quiero ser yo.
-Suena esperanzador y
desde VAGUE, queremos enviarte todo nuestro apoyo y fuerza para
superar este bache. Por último, como ya sabrás, Peggy y Gustavo se casan, ¿te veremos en el enlace?
-¡Por supuesto! ¡No me
perdería esa boda por nada del mundo!
(Texto íntegramente sacado de VAGUE para La Cita Previa)
Y así terminaba el reportaje. Como amiga me sentía fatal, no había estado a su lado. Sabía que ese cretino de Ken la haría daño, ¡lo sabía! Ese malnacido se las vería conmigo. Tenía que ver a Barbie y darle un abrazo, no podía perdonarme haberla desatendido de tal manera. Me presenté en su casa, cuando llegué me recibió como hacen las amigas de verdad, con una sonrisa sincera y sin nada que reprochar. No sentamos en la cocina y me disculpé por no haberla cuidado como ella a mi durante tantos años.
-¡Venga! Se acabaron los lamentos, Isabel. Ve a mi habitación, elige el vestido más bonito que veas y póntelo. Esta noche nos vamos de fiesta.
-Pero... ¿Tienes ganas de salir?
-Más que eso, tengo ganas de vivir. He malgastado mi vida esperando recibir algo hermoso y mírame, solo he ganado sobrepeso y perdido el tiempo. ¡Qué gran negocio éste de la paciencia! Y tú deberías hacer lo mismo, que te leo en Twitter muy apagada y sé por lo que pasas, princesa.
Tenía razón. Yo llevaba meses sin salir por esperar paciente a ese Ken que todas tenemos en nuestra vida. Esa noche algo cambió, ya no eramos Barbies, se nos había acabado la paciencia. Nos reímos como nunca, bebimos, bailamos... Incluso pudimos comprobar, que kilo arriba, kilo abajo, ¡todavía estábamos bien buenas! Una espera paciente no es sinónimo de recoger lo que uno anhela. Por mi parte, no quiero más días tristes, cuelgo el hábito de Barbie y me uno a las Nancys.
No serán tan perfectas, pero tampoco ha nacido el Ken que pueda con ellas.
Sr. Rousseau, no quiero esperar llorando un dulce futuro que igual nunca llega.
Opto por vivir, por sonreír impaciente. Y que sea lo que Mattel quiera.
Yo no puedo exigirme más. Soy perfecto. Un auténtico súper-héroe.
Pero no me gusta presumir, no quisiera que cambiase mi vida. En ese aspecto doy gracias a la gente cercana, que respeta mi anonimato. -Paco, tú que eres amigo mío desde siempre, sabes cómo me llamo, ¿verdad? -Si, claro. -Ok, entonces prométeme esconder lo de mis súper poderes. -¿Qué súper-poderes? -Gracias Paco.
No soy ninguno de los personajes que estáis pensando.
No soy Superman, pero cuando detecto un problema salgo volando. No soy Spiderman, pero cuando algo me agobia me subo por las paredes. No soy Flash porque no podría mantener en el anonimato mis datos de running. Pero tengo mis poderes especiales, soy súper-pesado, súper-tímido, súper-despistado y
súper-impaciente.
Lo tengo todo. Papi.
Con los años voy perfeccionando algunos y descubriendo
otros nuevos.
No recibo señales en el cielo, ni llamadas en un teléfono rojo, el mío es un Nokia 3360.
Mi coche no es un bólido que dispara redes por la
delantera mientras vierte aceite por la trasera para deshacerme de los
villanos, bueno, un poco de aceite sí que pierde. No es un cochazo letal, conduzco un familiar.
Sin asientos de esos que salen disparados, la mayoría
tienen Iso-Fix. "La seguridad de
los míos es lo primero". Es uno de mis lemas.
Nadie ha filmado ninguna trilogía contando mis cosas. Tampoco han dibujado un cómic con mis andaduras, pero tengo mi
propio dibujo.
Soy el de la barba y los 9 pelos.
Mis orejas son gigantescas, sumo 5 dedos entre las dos manos, tengo un brazo más largo que el otro, pero aún así soy su héroe.
Mi hija (la de la derecha) conoce los poderes de sus personajes favoritos, saltan, vuelan, corren y pelean mejor que yo, pero no pueden hacer algo que es mucho más importante. Estar a su lado a diario, en todo momento, hasta el infinito y más allá.
Yo pienso que soy un garabato de persona.
Mi mujer a veces me ve como un ser ridículo y otras imagina que soy Bradd Pitt.
Para cada persona somos alguien, con suerte. Para muchos ni eso.
Pero cuando tienes peques el resto da igual.
La vida pasa más deprisa, nuestras prioridades son secundarias.
Desayuno, cole, comida, cole, merienda, parque, baño, cena, cuento y a dormir.
Todo ello con la paciencia necesaria para no explotar a media jornada.
Un padre agota a diario la energía suficiente como para iluminar 3 poblados de Angola y parte del extraradio.
Pero cuando los enanos se acuestan y nos dan un beso de buenas noches acompañado de un fuerte abrazo, nuestras energías se recargan. Tienen ese súper-poder.
En el fondo ellos son los verdaderos héroes, nosotros vamos aprendiendo a serlo a su lado, sobre la marcha.
Mira que estáis desafortunados los Marianos últimamente, ¿qué os pasa?
No, no quieres, Emiliano. No quieres invitarme, maldita sea, he dejado
a tu hermano, ¿recuerdas? Soy la mala, la-ma-la. ¿Cómo puedes hacerme esto?
Yo
era la única que no se reía de ti cuando, en todas las cenas, contabas que
jugaste en los alevines del Madrid, la que te seguía el rollo
en las eternas sobremesas de los domingos. ¡Y también la que
aguantaba tus chistes malos! ¿Acaso todo ese sufrimiento no merece ser
recompensado? La primera invitación de boda del año y tenía que ser la de mi ex
cuñado. Qué suerte la mía.
La verdad es que Emi es un tío majo, salí con su
hermano Fernando casi dos años. Lo dejamos en enero, por eso no me apetecía
mucho verme en una boda donde me encontraría a mis ex suegros, y demás ex familia
política, ansiosos por descuartizarme . No quería ir, pero el que fue mi cuñado, insistió
muchísimo. Ya cuando me dijo: “Isabel, por favor, tú no puedes faltar”,
se me cayó el alma al suelo y me vi
obligada a aceptar. Así que, con infinita paciencia, me calce la pamela y unos taconazos. Iban a ser las seis horas más largas de mi vida.
18:00 horas: La ceremonia y el moquero.
Cuando aparecí en la Iglesia, ya estaba todo el mundo allí. Mi plan era llegar justita de tiempo, quería evitar exponerme al veneno de esos corrillos viperinos que se forman en la puerta en lo que llega la novia. Vosotros no conocéis a la familia de Fernando, pero son tela, telita, tela.
Seguro que para ellos, yo era la malévola mujer que había destrozado la vida
de su hijo, os podéis imaginar el panorama que me esperaba. La novia tardo en
llegar tres minutos, para mi sorpresa buenísimos, todos me trataban fenomenal.
Alucinada estaba.
Esperé que todos los invitados pasasen para entrar
la última y me senté lo más atrás que pude. Todo ello bajo la atenta mirada de
mi ex, que estaba en el altar con el novio. En dos
minutos, ya tenía a Fernando sentado a
mi lado. –Ay, Señor, qué boda me estás dando– pensaba yo. Y ahí se quedó,
bien arrimadito a mí en el banco. De vez en cuando, se hacía el emocionado y
me ponía ojitos mientras se sonaba los mocos, algo a lo que yo respondía con ligeras palmaditas de ánimo en la espalda. Así, hasta el "Podéis ir en paz". Para darle un sopapo.
POR FIN, PADRE. En paz no sé, pero irme me voy en cuanto
tiren a éstos el arroz. Salimos todos de la iglesia. Después de muchos arroces,
algunas lágrimas y unas docenas de pétalos de flores entre “¡VIVAN LOS NOVIOS!”, el
recién estrenado matrimonio desapareció. Iban a hacerse esas horribles fotos
con las que después nos torturan los recién casados durante semanas. Fernando
se había ocupado de organizarlo todo, siempre le gustaron las bodas, y a todos nos esperaba un maravilloso cóctel
en los jardines del hotel donde se celebraba el banquete.
-Ven Isabel, te llevo al hotel.
-No te preocupes, Fer, gracias. Prefiero llevar mi coche.
-No es molestia, yo te traigo cuando te quieras ir, de
verdad. Vamos…
-Que no, en serio, que prefiero llevar mi coche y no depender de nadie.
Gracias.
Que me conozco la historia, Nando. O llevo el coche, o tengo noche para rato.
19.30: El Cóctel de la Selva
Y allí estaba yo sola, sosteniendo muy dignamente mi copa, cuando el club de
las cotorras ceremoniales cayó sobre mi como una avalancha. Estaba muerta, me habían tendido una emboscada. Había llegado el momento que tanto me
aterrorizaba, iba a pagar cara mi deuda por haber dejado a Fernando. Para mi
sorpresa, no fue así. Todas eran encantadoras conmigo, que si estás preciosa,
que si menudo acierto mi vestido, que si estás radiante... Mira, o estas brujas
mienten, o son unas cabronas no posicionándose con la parte
abandonada.
¡OIGAN, LA MALA SOY YO! ¡LE DEJÉ, SI! ¡ENFADENSE CONMIGO, COÑO!
A los diez minutos, cómo no, apareció mi ex por detrás cogiéndome
de la cintura
y, al oído, me preguntó cómo lo llevaba. Hice un quiebro de cadera
sin dejar de sonreír a las damas y pedí disculpas por ausentarme un momento.
Suena muy elegante, sí, pero lo que hice en realidad fue esconderme en el baño.
Me llevó un rato contar los 3.274 mini azulejos de la pared. También aproveché
para hacerme un selfie, pasarlo por diecisiete filtros de Instagram y colgar la
foto en Twitter.
No, no tenía prisa, sabía que Fernando me estaba esperando fuera.
Nada más salir, no había abierto por completo la puerta y… ¡ZAS!
-¡Hola!
-Hombre, Fernando… Hola otra vez, cuanto tiempo, ¿no?
-Has tardado casi una hora, ¿estás bien?
-Claro… Ya sabes, las mujeres, los baños…
Casualmente, justo en ese momento salió del servicio de
caballeros Alex, el hermano de la novia. Alex era el típico guaperas
espectacular, la viva imagen de Ryan Reynolds. Chicas, para morirse. Saludó encantador y se quedó charlando con nosotros. Faltaba poco para la cena y llamaron a
Fernando para que comprobase que todo estuviese correcto, los novios iban a
llegar ya. Se fue a regañadientes, no quería dejarnos a solas. Alex y yo
volvimos al cóctel, allí seguimos hablando mientras paseábamos por los
jardines del hotel.
-Vaya, Isabel, la verdad es que estás preciosa. No quería
decírtelo antes por si Fernando se molestaba, todos sabemos cómo es. ¿Lo estás
pasando bien?
-Mmmmmm… Bueno, podría ser peor.
-Las bodas son un horror, es verdad…
-Hombre, y para mi en este caso más. Imagínate, después de haberlo
dejado con Fernando, la situación es muy incomoda. Emiliano y tu
hermana son maravillosos, insistieron tanto en que viniese, que no tuve valor para negarme, pero... En buena hora, vaya.
Antes de que respondiese, escuchamos un ruido detrás de nosotros. Nos dimos la vuelta sobresaltados, pero allí no había nadie. El
caso es que me pareció ver algo que se movía entre los arbustos. Efectivamente,
escondido detrás de unas hortensias estaba Fernando, llevaba siguiéndonos un
rato. Alex y yo nos miramos. Nuestro espía, entre nervioso y avergonzado, nos
dijo que la cena iba a empezar y había salido a buscarnos. Me terminé el vino de golpe, respiré hondo y fui dentro dejando a los dos atrás. Ya me estaba cabreando.
21:00: La cena de los idiotas.
La cena se presentaba ideal, me habían sentado en la mesa presidencial. Concretamente, entre Alex y mi ex. Todo transcurría con normalidad salvo
un par de detalles. Por ejemplo, el brazo de Fernando rodeando mi silla, o su
constante boicot cuando el hermanísimo intentaba hablarme. Así durante dos horas. Para
cuando llegó el momento de la tarta, me había bebido yo solita media botella de
vino. Mientras trataba de servirme otra copa sin que se derramara, me sentí
observada. Horror, la novia me miraba dando saltitos con el ramo en la mano.
-Por favoooor… Por favor, por favor, por favor… –Repetía
ella entre pucheros.
-¿Yo? –Exclamé
haciéndome la sorprendida, como si no fuese la cosa conmigo.
-Siiiiiiiiiiii… Isabel, por favor, ponte… ¡Voy a tirártelo a ti!
Y yo, que soy gilipollas, allí me fui con todas las
solteronas de la boda. Pues mira, si, FUI. A ver si con suerte me dan con el puto
bouquet de flores en la cabeza y acabamos con esto. Y me dieron, vaya que si me
dieron, concretamente en toda la cara. Sin piedad, a ramo abierto. ¡PLAS!. Esas
rosas blancas, llegan a tener espinas, y yo hoy os estoy escribiendo con la
cabeza vendada. Vuelta otra vez al baño, esta vez para asegurarme de que no tenía hojas de pino metidas en el moño. Algo que, con el hostiazo que me habían metido,
era bastante probable.
Al salir del aseo, como no, tenía a la comitiva en la puerta.
Fernando y Alex esperaban que saliese alli charlando. Con la tontería había creado
un Meeting Point en el pasillo del baño, bravo Isabel. Total, que volví
escoltada a la mesa. Estaban a punto de sacar la tarta, cuando mi ex se levantó
dando unos golpecitos en su copa, era la hora del brindis. Con la mano sobre
mi hombro, soltó un discursito sobre el amor eterno que escuché ojiplática
porque, entre lo que pesaba su mano y que estaba un poco borracha, no me
enteraba de nada.
-… y ojalá en nuestra boda, tu
brindis sea tan bueno como el mío, hermano.
¡UN MOMENTO, UN MOMENTO, UN MOMENTO! Mis ojos abiertos como
platos. ¿Nuestra boQUÉ? Todos nos sonreían con ternura, menos Alex, que nos miraba muy extrañado. No podía montar un espectáculo, lo último que quería era estropear el día a los
novios. La gente aplaudía el brindis y el camarero
aparecía empujando el carro de la tarta, yo no sabía ni donde meterme. Por cierto, pedazo de tarta nupcial se
marcaron, siete pisos de nada. La verdad es que era preciosa, tan grande y
blanca. Si, si, esa. La típica de las pelis americanas.
Camarero, más vino que me ayude a pasar este pastel. No me
juzguéis, de alguna forma tenía que llevar el mal trago que estaba
pasando. Y esa noche, había decidido
hacerlo con un buen Cabernet Sauvignon del 2007. Todos comíamos el postre hasta que, de repente, bajaron la luz. Empezó a sonar la música, había llegado el ansiado
vals. Qué romántico. Poca luz, los novios en el centro bailando y Fernando
agarrándome la mano bajo la mirada del sorprendido Alex. Surrealista. Y todavía os preguntáis
por qué decidí beber…
00:00: El Fatídico Baile.
Fue un vals muy largo, o por lo menos a mí me lo pareció.
Cuando terminó, el tipo de música dio un giro radical y los novios nos
invitaron a unirnos para bailar con ellos el “Waka Waka”. Mira, yo por ahí
no paso. Me niego a meterme entre toda esa gente a menear las caderas como si
fuese una Moulinex, eso se lo dejo a la churri hortera de Piqué. Así que me
levanté para ir al servicio otra vez, que con tanto vino, necesitaba echarme
algo de agua fría en la cara para despejarme un poco. ¿Y quien estaba en el Meeting Point cuando salí esta vez? Alex.
-¿Estás bien?
-Claaaaaaaaro… ¡Hip! Oye, una pregunta. Tú… ¿Tú estabas atento en el
brindis? Es que no sé, me ha parecido… Igual soy yo que no he oído bien y…
-Eso es precisamente lo que llevo intentando preguntarte durante toda
la cena, ¡pero Nando me interrumpe constantemente! ¿Cómo que lo has dejado? Si mi hermana me ha dicho que tenéis pensado
casaros este año.
No acerté ni a responder, me quedé helada durante unos
segundos, hasta que el calor del cabreo empezó a hacerme ebullición en las entrañas. Busqué a mi ex con la
mirada y ahí estaba, hurgando en mi bolso buscando algo. ¿Qué buscaba? MI MÓVIL.
Aproveché que pasaba un camarero para coger una copa de su bandeja y engullirla de un trago. No podía dejar de mirar cómo el capullo de Fernando husmeaba en mi teléfono, solo quería llegar y matarlo. Aún recuerdo la canción que sonaba mientras atravesaba ese salón
lleno de invitados.
Estaba a solo dos metros de Fernando cuando me vio. Soltó rápidamente
el móvil y se metió entre la gente. Yo le seguía de cerca, esquivando a un montón de borrachos con corbatas en la cabeza bailando como locos. Él
miraba de vez en cuando hacia atrás, pero a un escaso metro de los recién
casados, resbaló precipitándose al suelo. Mientras caía, se agarró a la cola
del vestido de la novia. Ella consiguió sostenerse unos metros en pie dando
pequeños saltitos, antes de caer bruscamente contra la tarta nupcial de siete
pisos medio empezada.
Dicen que antes de morir, ves pasar toda tu vida en un
segundo. Pues bien, yo lo que vi, fue como aquella preciosa
novia tropezaba con su propio cancán y se desplomaban sobre ella, uno tras otro, los siete pisos de la tarta. Y eso no fue todo. Cuando su marido y sus padres
fueron corriendo a ayudarla, patinaron con la nata que había por todo el suelo
cayendo aparatosamente. La pobre novia se levantó como pudo con la ayuda de su
hermano, dejando medio vestido debajo del culo de su madre, que aun permanecía
en el suelo tras el batacazo.
A todo esto, Fernando se había incorporado y, con la
respiración entrecortada
por la carrera que se había pegado, observaba
la escena con cara de agudo estreñimiento. La novia lloraba desconsolada abrazada a su hermano. Su vestido roto, media pierna al
aire. Emiliano intentando levantar a sus ya suegros del suelo. Esa chica, destrozada en su gran día, me estaba partiendo
el corazón. Tenía que pensar algo rápido para arreglar aquel destrozo, pero
como estaba un poco (bastante) borracha, no pude evitar empezar a reírme a mandíbula
batiente.
Mis carcajadas dieron paso a un silencio sepulcral. Todos se
giraron a mirar.
-¡CUIDADO, APARTAOS! –
Grité pidiendo paso con los brazos.
-3… 2… 1… ¡VOY!
Y fui corriendo con mis tacones de 14 centímetros hacia
donde se había caído la tarta. Resbalé, obviamente era mi intención, me pegué la gran morrada. Cogí con la mano un trozo de tarta y se la tiré a Fernando a
la cara, el muy atontado no se enteraba de nada. En ese momento, el único que
entendió lo que intentaba hacer fue Alex, que vino corriendo hacia mí y se dejó caer al
suelo dándose una buena culada. Poco tardaron el resto de amigos de la pareja
en unirse a nuestra fiesta de la "espuma". Así hasta que todos nos pusimos perdidos de nata.
Conseguí mi objetivo, la novia dejó de llorar. El único
remedio para superar el ridículo, es la solidaridad. Gracias a ésta, aquel desastre que los novios hubiesen recordado como el peor día de su vida, se convirtió en el bodorrio del año. Aún tenía pendiente una charla con Fernando, debía
explicarme por qué no había dicho a nadie que lo habíamos dejado. Sin embargo,
me pareció más importante evitar que sus celos destrozasen la boda de su
hermano. Porque, para su información, Mariano, ese fue precisamente el motivo por el que dejé a Fernando.
Sus
celos.
Era, como usted bien dice, extraordinariamente celoso. Y por esa enfermedad,