2 jun 2014

No me pasa nada






Siempre he defendido que a la mujer no hay que entenderla, sino quererla, pero está claro que esto implica unos mínimos de comprensión. Puede que nosotras seamos un poco complicadas, unas más que otras. En cualquier caso, una de las claves para salir airoso de las inclemencias de la bipolaridad hormonal femenina, es ser un poco observador y conocer uno de los principios básicos de nuestra condición, el lenguaje no verbal. Y en éste, la palabra clave es “nada”, porque creedme, a las mujeres siempre nos pasa algo. Tenemos un don, una capacidad innata de interrelacionar todo en nuestra cabeza. Y con lógica. La nuestra, claro.

Obviamente, ninguna de nosotras se prestaría voluntaria a someterse a un polígrafo porque se nos destaparía el chollo que tenemos montado con los mensajes ambiguos en clave. La mayoría de las veces, lo hacemos para justificarnos a nosotras mismas esos incómodos cambios de humor (no, a nosotras tampoco nos gustan), pero no siempre, cuidado. A veces, lo decimos en serio.  Dejémoslo en que esto es lo bonito del amor (ejem), comprendernos desde la más absoluta incomprensión. Seamos realistas, hombres y mujeres estamos destinados genéticamente a pensar de formas distintas. No tiene más.

Que tú llegas a casa reventada de trabajar y todavía tienes que darte una ducha, cambiarte, recoger la ropa del tendal, preparar la cena, fregar y cabe la posibilidad de que también te hayas traído a casa trabajo de la oficina, así que calcula. Y esto contando que no tengas niños, que si los tienes, ni te cuento la que se puede armar. Así que por fin, tres o cuatro horas después, alcanzas ese codicioso objeto que vulgarmente se conoce como sofá y te sientas plácidamente. No te lo puedes creer, estás en una nube, te da igual lo que pongan en la televisión, como si echan fútbol. Nos da igual, no la estamos viendo.

Y en ese momento de casi felicidad absoluta:

-Cariño

-Dime cielo

-¿Estás bien? Te noto rara…

Giras levemente la cabeza hacia tu pareja. No, no y mil veces NO, dime que no me estás haciendo esto ahora, por favor.

-Claro, estoy bien. Un poco cansada… Nada más.

-¿Seguro?

-Seguro, cariño… Seguro.

-¿De verdad no te pasa nada? Esta noche no hablas mucho.

-Te lo prometo, no me pasa nada.

Y YA, no insistáis más porque éste es un clarísimo caso de “no me pasa nada pero, si vuelves a preguntar, me va a empezar a pasar y te voy a detallar todo lo que he tenido que hacer durante el día y me excusa de toda obligación de hablar”. Ahí está la clave, distinguir los “nada”, no es complicado. Veamos, si llegas a casa y te encuentras a tu mujer echando espuma por la boca mientras friega, ordena la ropa o cualquier otro tipo de actividad que implique tener las manos ocupadas, ESE SI es el “nada” peligroso. Y agárrate, porque aunque no lo sabes (o si), la has liado muy, pero que muy gorda.

Te recomiendo que cada día, cuando estés metiendo la llave en la puerta, hagas un repaso mental de tu jornada y los riesgos que hayas podido correr de cabrear a tu señora, porque si solo hay uno, te vas a encontrar esto:

-Cariño, ya estoy en casa.

-(…silencio…)

-¿Cariño? ¿Estás en casa?

-(…silencio…)

En ese momento la encuentras muy seria, de espaldas, preparando la cena y te acercas por detrás a darle un beso y saludar.

-Ah, estás aquí, pensé que no estabas. Como no contestabas…

¡Un momento! Antes de seguir, he de decirte que tu parienta tiene un mosqueo monumental. Tú sabrás lo que has hecho, pero tienes un marronazo bueno encima. Te advierto también, que vas a recibir un “nada” seco, tosco y generalmente, acompañado de monosílabos.

-¿Sabes lo que me ha pasado hoy en la oficina?

-No

-Me han puesto un becario para que lo forme, lo que me faltaba. Como no tenía bastante con hacer el trabajo de cuatro, ahora tengo que sacar tiempo para esto.

-Vaya

-Ya les he dicho a mis jefes, que no doy más de sí, que no tengo horas suficientes.

-Ya

-Y Jesús, el de recursos humanos ha aparecido hoy con un cochazo impresionante. Este tío no sé cómo se lo monta, de verdad.

-Aham…

¿Te das cuenta ahora de lo que te decía de los monosílabos? No le importa, ahora mismo en su cabeza sigue retumbando SU película, en la que evidentemente, tú y solo TÚ, eres el motivo y, por ende, protagonista. Por lo tanto, ella no está escuchando lo que te han hecho tus jefes, le importa un carajo. Y tampoco le interesa el coche que se haya comprado Jesús. Como si el mismísimo diablo se ha presentado en tu oficina para quemarte el culo con un lanzallamas, que le da igual. Ella, en este momento, solo escucha un “blablablá” difuso de fondo, muy a lo lejos. No te está escuchando, haz algo.

-Oye, cielo, ¿estás bien?

-Si

-Te noto muy rara

-No me pasa NADA.

¡Ahí está! ¡AHÍ ESTÁ! Ese es el nada, ESE Y NO OTRO. Se masca la tragedia, estás en DEFCON 2. Tu velocidad de reacción ahora mismo es clave y te voy a enseñar exactamente dónde te equivocas.

-Oye, tú estás muy rara. Seguro que te pasa algo.

ERROR. Ya has metido la pata, estás acusándola. Con esto, acabas de darle todo el poder. Ya tiene un argumento, una excusa para despedazarte, algo que no dudará en usar en tu contra. A ver, te voy a dar otra oportunidad, prueba otra cosa.

-Preciosa… Que te parece si tú y yo antes de cenar…

¿PEEEEEEERDÓN? ¿Esto es lo mejor que sabes hacer? Dime que no, porque...




Te voy a poner en situación porque me temo que no has captado la gravedad del caso. Mira, no sé lo que habrás hecho, pero tu mujer ahora mismo no quiere que la toques ni un pelo. Olvídalo, aléjate, no está receptiva. Incluso en algunos casos, estará tan irritada contigo que corres un peligrosísimo riesgo estableciendo contacto físico con ella. No te arriesgues, inconsciente. Tú eres primario, ella no y la vas a cabrear más. Esta tampoco es la manera. Venga, hoy estoy generosa, te dejo intentarlo por tercera vez. La última, ¿eh? No nos pasemos.

-¡Es que no se me ocurre ninguna más, Isabel!

-Ah, ¿prefieres que hablemos por aquí? Vale, vale… ¿De verdad no se te ocurre otra forma de hacer las cosas?

-Ninguna, de verdad. Sois excesivamente complicadas, nosotros somos mucho más simples.

-Yo prefiero llamaros prácticos, pero no se puede ser así para todo. ¿Sabes lo que si es simple? Lo que tendrías que hacer. Depende de la que hayas liado para que esté así, claro.

-¡Pero si es que no he hecho nada!

-Imposible, ella no está así por nada. Algo has hecho. Piensa, ¿algún tonteo por ahí?

-¡Para nada!

-Bueno, entonces todavía tienes alguna posibilidad de no dormir en el sofá. Venga, dime qué vas a hacer.

-Si es que no lo sé, haga lo que haga va a acabar en bronca.

-Depende de la mujer, pero tienes un elevado índice de posibilidades de ser así.

-¿Qué me recomendarías hacer? ¡Tú eres mujer!

-A mí no me metas, que yo soy muy rara. No me hubiese enfadado por una tontería así.

-Así que tú lo sabes… ¡Sabes por qué está enfadada!

-Por supuesto, te recuerdo que soy yo quien escribe la historia.

-¡Dime qué le pasa, por favor! Te lo ruego, échame un cable… Tú me has metido en este lio.

-Lo sé, y quiero ver cómo sales de él.

-Si no tengo ni idea, ¡podemos estar aquí horas!

-No tengo ninguna prisa. ¿Tú?

-¿Qué te cuesta decírmelo?

-Y a ti, ¿qué te cuesta pensar un poco? Es tu mujer, deberías conocerla un poco, ¿no? ¿De qué sirve que te arregle el problema hoy si mañana te va a pasar lo mismo y no voy a estar aquí para decirte lo que tienes que hacer?

-Por lo menos, me ahorraría la bronca de hoy. Además, ¡va a empezar el partido!

-Aquí era dónde teníamos que llegar. ¿Recuerdas cuando hace un rato te he dicho que no eras simple, sino práctico? Pues bien, aquí estás siendo simplemente gilipollas.

-¿Tú también? ¡Si no he dicho nada!

-Claro que lo has dicho, en lugar de ocuparte de solucionar lo que ocurre, sólo quieres que pase para sentarte cómodamente a ver el fútbol. Así no, así cada día el problema será más grande. ¿Acaso no te preocupa que ella esté así? Imagino que no sea agradable y lo esté pasando mal, aunque sea por una tontería.

-Visto así, tienes razón.

-Pues ya estás poniéndote a pensar. Te daré una pista, fechas…

-Fechas, fechas, fechas… No es su cumpleaños, ni nuestro aniversario, ni nada especial.

-¿Estás seguro?

-Joder, ¡ahora me haces dudar!

-Es una tontería, pero una tontería importante para ella. Te lo recuerda cada año.

-¡Mierda, mierda, mierda! ¡Joder! Ya sé lo que es.

Y no, no os voy a decir lo que es, seguro que lo habéis vivido más de una vez. Os invito a ser protagonistas de esta historia. La historia de cualquier hombre, y cualquier mujer. No os empeñéis en entendernos, teniendo en cuenta que somos una bomba de relojería hormonal, es prácticamente imposible. Es más, os contaré un secreto, ni siquiera nosotras nos entendemos muchas veces, se nos va de las manos nuestro cuerpo. ¿Qué quiere llorar? Lloramos. ¿Qué quiere reír? Reímos. ¿Qué quiere callar? Callamos. Es nuestra eterna guerra, la que siempre perdemos, pero no nos gusta reconocerlo. La mujer que lo niegue, miente.

En la batalla interna que libramos, poneos de nuestro lado. Buscamos un aliado, no un enemigo más. Y para esto, no hay que entendernos, hay que querernos.


@isabel_ecogest

4 comentarios:

  1. "no hay que entendernos, hay que querernos"... vamos, lo que venimos conociendo como amor incondicional en toda regla. Pero es complicado amar lo que no se entiende. Sobre todo si no la gusta el fútbol... y, a veces, dormir una noche en el sofá vale un triunfo.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Cómo sois... ¡Cómo sois!

    Un abrazo, gracias por el comentario ;)

    ResponderEliminar
  3. No queda resquicio por donde asomarse...Cierras cualquier posibilidad de argumentar...
    A no ser que alguien proponga un blog "La Cita Previa" con las impresiones del lado masculino. Eso sí, anónimo o tendrá que extender el sofá cama...

    ResponderEliminar
  4. Recuerda que este blog está escrito por un hombre y una mujer muy, pero que muy diferentes, que conviven en perfecta armonía ;)

    Un beso ^_^

    ResponderEliminar