28 abr 2014

Gabo



Gabo, (es que somos colegas), se nota que tu pareja no te ronca al oído mientras te aplasta haciéndote la cuchara. Me explico.

Hace tiempo que salgo con alguien, un gaditano. Oye, con la tontería de “sosho parriba, sosho pabajo”, me ha conquistado. Me pierden los niños simpáticos, bueno, este "niño" ya tiene unos años. Nos conocimos de vacaciones en Rota, a cuatro días de irme, para ser exactos. Fueron 96 horas de infarto. Sexo, risas, más sexo y más risas. Hasta que llegó lo inevitable, el momento de irse cada uno por su lado. 
Oh, oh... Problema, nos habíamos enamorado.

Un momento, UN MOMENTO. Mirad qué foto más cuqui del día que nos encontramos. 


Ains... (suspirito)

Las relaciones a distancia empiezan con mucha ilusión, pero se acaban enfriando. 
Dani y yo no queríamos que nos ocurriese eso, así que decidimos dar un gran paso: 
Irnos a vivir juntos. Encontramos un pequeño ático monísimo en el centro de Madrid, solo había que amueblarlo. Cuánta felicidad nuestro primer sábado en Ikea comprando trastos. Ya tenía mis platos Ljuvlig, el mantel Skutta y, una vez estuviese montado el armario Snöalackmenhermän, nos podríamos instalar.

Otro día os cuento qué destrozo para montar el dichoso armario.

Ya sabéis cómo son estas cosas, al principio no dormíamos nada. Nos cruzábamos por el pasillo y ya estaba liada. ¡Sólo nos teníamos ganas! Puede que Dani roncase un poquito, sí, pero yo estaba felizmente destrozada. A mí esos días, ni una bomba estallando en mitad del salón me despertaba. "Bah, habrá cogido algo de frío. Pobrecito, acostumbrado al tiempo del sur, Madrid en febrero... No seas exagerada, si con darle la vuelta, para". YA. Eso era lo que yo pensaba.

Hasta que llegó el día que darle la vuelta, no bastaba. ¡La madre que le parió! Aquello era insufrible, cada día roncaba más. Al principio, yo hacia los tipicos ruiditos para que se callase. De los ruiditos pasé a los codazos y, de ahí, directamente a las patadas. NADA, no funcionaba nada. ¿Tapones en los oídos? LO INTENTÉ. Incluso me iba voluntariamente a dormir al sofá, pero si semejante ruido atravesaba la barrera del sonido, imagínate el pladur de casa.

A la mañana siguiente, fui a la farmacia. Necesitaba ayuda profesional.

-Buenos días, señorita. ¿Qué desea?

-Venía a por algo para los ronquidos, ¿qué me aconseja?

-Depende, ¿qué tipo de ronquido es?

-No sabría decirle exactamente. Fuerte, bastante fuerte. Algo así como:

“GGrrGrromm… fffffiuuu…GrRowooomm… ffffifuuu...” 

 Bueno, eso y algún “¡killo!”, así de repente, también se le escapa.

-¿Sabe usted el origen de los ronquidos? ¿Algún problema en el tabique nasal?

-Oiga, no insinue cosas raras. En la nariz de mi novio, como mucho, ha entrado un spray nasal. Póngame lo que más venda y tengamos la fiesta en paz.

Y salí de allí con unas tiritas para la nariz. ¿Algo tan pequeño podría funcionar? 
La verdad, me preocupaba más cómo se lo iba a tomar. No nos veríamos hasta la cena, así que me pasé todo el día reventándole el teléfono a mensajitos con emoticonos de corazones, caritas amarillas sonrientes y alguna que otra flamenca, 
por aquello de hacerle sentir como en casa. Todo era poco para que supiese lo mucho que le amaba, porque con la mala uva que tiene, sabía que le iba a molestar.

Al llegar a casa, dejé la caja de las tiritas nasales en la mesa donde solíamos cenar. Con suerte, se daría por aludido y no me tendría que explicar. Pero no, aquello no iba con él, porque claro, el niño no roncaba.

-Tesoro, ¿quieres algo de postre? Yogur, manzana… (¿una tirita? ¿un bozal?)

-Yo me viá i a la cama ya, killa. No puó con mi arma.

-Ve yendo, cielo. Ahora mismo voy.

Diario de a bordo: El primer intento de acercamiento ha sido un completo fracaso. Cambiamos el rumbo y vamos directos a por el sujeto para neutralizarlo de inmediato.

Segundo asalto. Modo miel:

-Dani…

-Qué dise la niña má guuuuuuuapa y con má arte de tó andalusia. Ven pacá.

-¿Tú me quieres?

-¡Aro, killa! ¡Como no ti vo a queré!

-¿De verdad?

-¡Que sí, caraho!

-¿Cuánto?

-¡Pué una jartá! Máh qui a mi vía.

-¿Harías cualquier cosa por mí? Yo por ti haría lo que fuese, te quiero tanto…

-¡Pero qué te pazah, cohone! ¿Y ara paqué te levanta? ¿Andevá?

Y me levanté a coger las tiritas sin decir nada. Os podéis imaginar su cara cuando se las enseñé. ¿Roncar? ¿ÉL? No, no, no, él es estupendo; era yo, que oía cosas.
Si, hijo mío, RONCAS, ¡y de qué manera! Pero para qué discutir, si puedo enseñarte los vídeos que he grabado esta semana. Una imagen vale más que mil palabras, y si la imagen va acompañada de los ronquidos de un león marino de dos toneladas haciendo temblar hasta las lágrimas de la lámpara, mejor.

-¡Illa, ezo no pué zé, yo no ronco! ¡Por loh cohone me viá a poné ezo!

-Pues si no eres tú, tenemos que hablar con el orco que vive debajo de la cama. O eso, o necesitas un exorcismo. Tú verás.

Le sentó como una patada, menudo carácter. Al final, accedió a usarlas, pero aquello no solucionaba nada y yo necesitaba descansar. Tanto que incluso me inventaba dos viajes de trabajo por semana para no pasar la noche con él, y así poder escapararme a dormir en un hotel que había muy cerca de casa. Parecía una yonqui de cama en cama. Le quería mucho, de verdad, pero no daba abasto para antiojeras Olay. 
Estaba completamente desesperada.

Las noches que tenía que dormir con él, eran un martirio. Miraba el reloj, las tres de la mañana. Tic Tac Tic Tac… las cinco, las seis, así durante semanas. Todavía tenía narices el tío, de decirme que tenía mu mala follá por las mañanas. Me dormía en el trabajo, tenía taquicardias y una mala leche que ni yo misma me aguantaba. Eso si, 
él estaba fresco como una lechuga. Mi rencor aumentaba. Dicen que del amor al odio hay un paso. NO, hay una putada. Y sus ronquidos lo eran.

La relación empeoraba por días y yo cada vez pasaba más tiempo fuera de casa. Trabajando, se supone. Hasta que un día sucedió algo que no esperaba. Una mañana, estando en el trabajo, llegó al móvil un mensaje de Dani, ME DEJABA. ¿Perdón? 
Resulta que había encontrado las facturas de mis escapadas y estaba emperrado en que le engañaba. Y le engañaba, claro que si, pero a mi Morfeo ni me tocaba. 
Le llamé inmediatamente, pero siempre saltaba el dichoso buzón de voz.

Ara no te puó atendé. Di argo yá o te varcarajo. Tú verá, a mí me diguá.

Tenía que aclarar este lío, así que cogí corriendo el coche y me fui a casa.

No fue buena idea conducir, estaba demasiado cansada. Tanto que me quedé dormida en mitad de la Castellana. Ay, señor, lo que fue aquello, la lie parda. No me despertó ni el traqueteo de la ambulancia. Seis costillas rotas, la cara doblada por el airbag y yo hablando al médico de no sé qué orco en una tacita de plata. Pensaban que deliraba. Cuando pasó el efecto de los calmantes pedí que, por favor, localizaran a Dani. Un par de horas después, escuché una voz en la puerta que exclamaba:

-¡Ay! Pero kiiiillaaaaaa, ¿capasao? ¿Andeiba tan follá, cohone?

¿Capasao? ¿CAPASAO? Te voy a dar “capasaos” hasta jartarme, desgraciao.

Dos semanas después, me dieron el alta. Dani no se separó de mí en ningún momento, excepto por las noches, que le mandaba a roncar a otra planta. Esos días nos sirvieron para aclarar las cosas y, de paso, alquilar otra casa. Una más grande que nos permitiera dormir en camas separadas. Soy feliz con él, mucho, sobre todo desde que duermo sola y no me ronca al oído mientras me aplasta haciéndome la cuchara. Porque, Gabo, mucho más triste que unas sábanas vacías, son cien años de soledad.


Que nadie os quite el sueño. Mejor una cama vacía, que mal acompañada.


Buenas noches.

@isabel_ecogest

24 abr 2014

Pedro





A no ser que sean entradas numeradas, el cine esté a reventar y te toque justo detrás del tipo más alto que hayas visto jamás. Alto y cabezón, que las desgracias nunca vienen solas.

Ir al cine ya no es lo que era, antes íbamos por placer, la película era lo de menos.
Quién no se ha sentado en esa última fila con la única idea de tocar un pechito, una pierna, o lo que surja.
Me refiero a vuestra pareja, lo otro solo sucede en las películas porno y tú estás vives una tragicomedia.

Nos ponemos en situación, es sábado noche, venis de cenar en el buffet Chino, os huele la boca a gato y tenéis las feromonas bailando flamenco.
Paseáis con la tontería de quien acaba de zumbarse la botellita de licor Chino que os dejan con la nota. Más que licor sabe a vino malote y dulzón, ideal para poneros a tono.

Dos pasos, risas, abrazo arrimando cebolleta, empujón, risas, dos pasos más.
Si por ti fuese hace tiempo que estaríais practicando el sexo del modo más salvaje, pero no quieres echar a perder a esta chica, realmente te importa, por lo que esperarás el tiempo que haga falta, eso sí, de esa noche no pasa.

El calentamiento global emerge de tus pantalones, tu energía sexual podría iluminar un poblado Africano durante 7 meses, pero ella te hace la cobra en cada intento por besarla.
No pasa nada, al final caerá, además algo en su mirada te dice que así será. Pero es que los hombres somos muy de pensar lo que no es. Recibimos señales distorsionadas, es normal, tanto varón en la misma situación que al final se cruzan las frecuencias y terminamos con la que no es.
¿Nunca os habéis tirado a la novia de vuestro mejor amigo? No debéis sentiros culpables, eso es por un fallo en la señal.

-¿Y ahora qué hacemos? jijiji.
-No sé (arrimando el morro) (ella hace un Neo)
-¿Vamos al cine?
-¿A ver una peli?
-jijijijijiji (ERROR, acabas de interpretar esa risita como una proposición pero no va más allá de la gracia que le hace una pregunta tan estúpida como esa)
-VAMOS.

El paseo hasta el cine te lo pasas haciéndote pajas mentales:

Buah tío, en el cine, con el morbazo que me da hacerlo en el cine, ahí en las butacas de atrás, a solas, introduciendo mi mano bajo ese escotazo, palpando sus pechos, apretándolos mientras le como la boca...




Ella también piensa en sus cosas:

Hay una de Orlando Bloom que sale sin camiseta... encima es una comedia romántica, me encantan las películas de amor, puras, castas, llenas de detalles, besos con los ojos cerrados... y ORLANDO BLOOM SIN CAMISETA!!

Vuestra radiofrecuencia os vacila, ella escucha la Cope y tú  Radio olé.
El caso es que tras una larga cola por fin estáis entregando los tickets al eterno adolescente con gorra y 4 hijos que hay en la entrada.

Ese hombre seguro que comenzó del mismo modo, acudiendo por error al cine y mírale, le han metido en plantilla y todo.

Habéis pedido palomitas, dos refrescos, gominolas y un Kit-Kat.
Has pagado las entradas, el avituallamiento y el gato en tempura del Chino.
Pero es una inversión.

Ella por fin sale del WC y camináis a la sala 4.
Son entradas numeradas, el cine esté a reventar y te ha tocado justo detrás del tipo más alto que hayas visto jamás. Alto y cabezón, que las desgracias nunca vienen solas.

A tu lado un señor con bigote acaba de ocupar el sitio para el refresco que hay en el reposabrazos. El otro lo ocupa tu pareja, por lo que tendrás que sujetarlo con las manos, el vaso de litro y el balde de palomitas XXL.
Mal empezamos, las dos manos ocupadas y el pequeño de los hermanos Gasol sentado entre tú y la pantalla.
Se apagan las luces, la miras, ella sonríe, con la calma que le da verte tan ocupado, se siente fuera de peligro, relajada.

El señor del bigote huele rancio, su codo invade el posabrazos al completo y te pasas media película pensando con qué mano vas a... coger las putas palomitas.
El tocar pechito ni se te pasa por la cabeza.

El tiempo pasa lento pero pasa, la hinchazón que te produce haberte comido la cantidad de tallarines suficientes para alimentar al poblado Africano anteriormente nombrado te impide acabarte la bebida, no hay hueco para un sorbo más.

Te encuentras agazapado en la butaca, el señor del bigote y tu mujer ríen, lloran, y vuelven a reír al unísono.
Marc Gasol sigue erecto y tú te quieres morir ya. Menos mal que todo llega y la película terminó.

-Cari, ¿si no querías palomitas para qué las pides?

Te pasas el camino de vuelta sin mediar palabra. Se te ha pasado hasta el calentón.
Eso sí, vas tirando una palomita a cada paso.
Dicen que los hombres tropezamos dos veces con la misma piedra, por eso es mejor marcar el camino para no volver a ese lugar.

Lo bueno del cine es que durante dos horas los problemas son de otros, eso habrá pensado tu novia.
Eso te pasa por montarte películas.


                                                                                                                                          @TRYBALblz  

21 abr 2014

Gracián






Y Jesús multiplicó los panes y los peces, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno.

Claro, Balti. Tiene toda la lógica.

Podría desmontar esta cita con un par de topicazos en torno a las bondades de la brevedad masculina, pero lo mío son más las utopías. Intentaré ser original.

Oiga, mire; lo bueno, si breve, de bueno nada. NA-DA. ¿Quien no querría que los buenos momentos durasen más? Lo bueno debería multiplicarse, como mínimo, por dos. Y es que cuando leo citas como ésta, llego siempre a la misma conclusión:
Estos señores del Siglo de Oro, tenían demasiado tiempo para pensar.
Hoy día, en Twitter hubiesen partido la pana, serían los Poetuiteros de Oro. Ocuparían el número 1 de ventas en Amazon y firmarían con una pluma de faisán en la FNAC.

No se ofenda, Sr. Rubalcaba, lo de faisán no iba por nada. Ahora, lo de la pluma...

No nos engañéis así, tenemos corazoncito. Y no es que yo pretenda echar abajo su chiringuito, es que huele a timo. Pero tenéis una coartada, la frase de la recámara. Esa que solo disparáis cuando hay que darle la vuelta a la tostada.
¿Que estás en paro, se ha muerto tu padre, te ha dejado tu mujer, has engordado,
no tienes amigos, tu vida es una mierda y te quieres suicidar? ¡NO TE ALARMES!
Ya vendrá uno a soltarte con mucho retintín, que no hay mal que cien años dure.

A otro perro con ese hueso, que me estoy empezando a indignar.

Según usted, mi vida debe estar llena de buenos momentos. Si, si, cojonudos, pero breves, muy breves. Tan breves que no los recuerdo, así que mejor llamémoslos “pequeños sobresaltos de aparente felicidad”. 

Lo que si recuerdo, es a una chica que conocí una tarde en Starbucks. Vamos allá.

Enero en Madrid, un frío que los grajos planeaban y yo con una americana. Esto pasa cuando te dejas la rebequita de casa. Salí de una reunión a media tarde, me moría por un café caliente y un trocito de tarta. La verdad, me apetecía un termo de litro de café y dos trozacos de tarta, no os voy a engañar. Oye, la mejor inversión alimentaria que he hecho nunca, todavía lo estoy intentando bajar. Poneos en mi lugar, fue cruzar la esquina y ¡zas!, un Starbucks. Mi ramalazo hipster no lo pudo evitar.

Me senté en una butaquita, en plan mujer intelectual. Frente a mí había una chica, parecía harta de esperar. No soy nada cotilla, pero me intrigó su historia, así que me limité a observar. Debía tener más o menos mi edad, sobre 25. Vaaaaale, 28...
¿No cuela? Bah, qué más da. Por lo que intuí, tenía una cita y llevaba más de una hora ahí plantada. Miraba constantemente el móvil, pero aquello no se dignaba a sonar. Hasta que por fin, unos cuarenta minutos después, se decidió a llamar.

-Llevo casi dos horas aquí, la camarera me mira mal. ¿Vas a venir?
-Bla Bla Bla  (No sé lo que dijo, qué queréis que haga)
-Lo de siempre, me dijiste que ésta vez podríamos vernos más tiempo. ¡Nunca cambiarás!
-Muchos "Blas"                                                                                    
-Las mismas excusas de todos los días, ¡luego estás conmigo cinco minutos y te vas!
-La leche de "Blas"
-Piiiiiiiiiiii... Pi Pi Pi Pi Pi Pi...

Y colgó. Con un par. Pero también se puso a llorar, así que me acerqué a preguntar:

-Perdona, ¿estás bien? (Joder, Isabel. Enhorabuena, muy original)
-Sí, sí. Muchísimas gracias  por preguntar.

Seguía llorando y yo, que en el fondo soy una ONG con patas, decidí actuar.
Podía haberme acercado de nuevo y recitar con dulzura su gran frase, Sr. Gracián, pero preferí no arriesgar mi integridad física ni moral. Opté por algo que no podía fallar,
LA TARTA DE CHOCOLATE. Y aunque mi intención no era sentarme con ella, pedí dos porciones para llevar. Recuerde esto, mi querido amigo; lo bueno, si viene en abundancia, mejor que mejor.

Claro que, después de haberte metido entre pecho y espalda dos "zoñacos" de tarta de zanahoria y un café de caramelo tamaño industrial, vete tú a pedir esos dos "pequeños" trozos de pastel de chocolate sin perder un ápice de dignidad. Tarde para rechistar, tenía un subidón de bondad y nadie me iba a parar. Me armé de valor y bajo la atenta mirada de la camarera, me acerqué al mostrador con mi mejor expresión de buena persona. Una buena persona que se ha quedado con un poquitito de hambre.

Y casi susurrando, acerté a decir:

-Hola, si, mira... Quiero tomar algo ligerito para engañar al estómago hasta la cena. ¿Me pones toda la tarta de chocolate que te queda ahí? Gracias.
-¿Toda? Son más de dos porciones.
-Si, si, toda. Es que ceno tarde y tal...

(Silencio-Piquete de ojos-Te clavo la mirada-No preguntes-Pon la puñetera tarta YA)

 



Su mirada dijo eso. LO JURO. Y sonriendo. Puto marketing. Da igual, yo tengo mi tarta.

Perfecto. Por fin tenía en mi poder esas potentes grasas saturadas, solo aptas para casos de mal de amores "in extremis". Aun puedo verme camino de aquella mesa, rezando un Padre Nuestro para que no fuese diabética. Cuando llegué, posé despacio los pasteles junto a su café y la sonreí con complicidad. Gesto que, al levantar la mirada, me devolvió sin decir nada. Recibí una sonrisa breve, Baltasar. Sonrisa que,
a pesar de su célebre cita, también me hubiese gustado multiplicar.

-Disculpa si te molesto, no lo he podido evitar. Es una tontería, pero te ayudará a esperar.
-Pero… Aquí hay dos trozos... (La pobre no entendía nada)
-Claro. El doble de una buena intención, siempre es mejor. Disfrútalos. Suerte.

Y me fui, que yo ya había cumplido mi misión y estaba hasta el moño de ese bar.
No había llegado a la puerta, cuando una mano me tocó la espalda. Era ella.

-Perdona, no he sabido reaccionar. ¿Te importa quedarte un rato conmigo? 
Él no vendrá.

Ese "él no vendrá", me llegó al alma y, aunque no me apetecía nada, tuve que aceptar. En el fondo, en ese momento, ella sólo necesitaba compañía. Olvidar.
Y de paso, repartir la culpabilidad de esas 900 calorías.

Y allí estábamos las dos, una rubia y una morena dejando de ser unas desconocidas en torno a una mesa de Starbucks. Sin necesidad de preguntar, me contó su historia. Nada importante, un simple terrorista sentimental. Sé de lo que hablo, lo superará. Ahora, Baltasar, si usted quiere, pídame que le explique a esta señorita, cuánto mejor es un breve encuentro, que pasar toda la vida junto a la persona que quieres estar.  
Aunque sea un cabronazo, vaya. Está bien matizar.

¡JA!
¡JA!
¡Y JA!

Nunca doy consejos. Me gusta ser práctica y limitarme a escuchar. Sin embargo, esa tarde hice una excepción y rogué a aquella muchacha que no idealizase a ese hombre, que seguramente sería como todos y no bajaría la tapa al terminar. En ese instante,
oí su primera carcajada. Hubo más. Los calcetines en la cama, la abolición por decreto de preliminares, esa ausencia de detalles y las "rascaitas" que, con mucho disimulo,
os dais en la entrepierna desde el bolsillo del pantalón, me ayudaron bastante.

Aquel día, llegué agotada a casa. Eso si, con la satisfacción de haber hecho algo bien.
Y hambre, también con mucha hambre. Que aquella mujer dejaría de llorar, pero no dejó una triste miguita que rascar. Abrí la nevera, hubiese jurado que había helado de nata. No quedaba nada. Lo terminé la noche que Dani me dejó tirada. Todas hemos sido una chica Starbucks. A los diez minutos, volví a mirar con la esperanza de que hubiese crecido algo rico, tampoco. Que no, que mi noche no se iba a arreglar.

Así que, muerta de hambre y pena, escribí este poema:



@isabel_ecogest

17 abr 2014

Machado






-No te me pongas poético Paco, que no cuela.
-Pero es que las cosas son como son aunque sean lo contrario.
-Te he dicho que no me hables raro. No lo soporto.
-Antes te gustaban mis ocurrencias poéticas.
-¿Tuyas? Esa frase es de Machado.
-Ya estamos.
-Es un plagio, Paco.
-Lo que importa es el significado.
-Según tú.
-La poesía es de quién la necesita.
-Y las mentiras.
-Te repito que la verdad es lo que es y sigue siend..
-..siendo verdad aunque se piense al revés. Que sí, pero no.
-Crees que te estoy engañando, es eso.
-Lo has dicho tú.
-No me vuelvas loco, has insinuado que te engaño.
-Tu sabrás lo que haces. Eres mayorcito.
-Ya decía yo que te notaba rara últimamente.
-Vaya, ahora la rara soy yo. Alucino.
-Os pasa por esa manía que tenéis de callaros las cosas rencorosamente.
-¿Nos pasa? ¿A quiénes? 
-A las mujeres. 
-No generalices Paco, mira, no tengo por qué aguantar esto.
-¿Ves? Cuando no te gusta algo te escapas, como siempre.
-NAnananaNANA NAnananaNANA
-Te comportas como una niña.
-Habla trucho que no te escucho.
-Pues piensa lo que quieras, pero esa captura de pantalla era mía.
-Ni de coña. 
-Lo que pasa es que no quieres pagar la apuesta.
-Bah, eso es lo de menos.
-Era una cena y noche de hotel en la mejor suite de la ciudad ¿no?
-Si, la verdad es que la apuesta se nos fue de las manos.
-"La apuesta" que acabo de ganar, si quieres te paso la captura y te haces a la idea.
-A ver, trae el móvil.
-¿Ves, mujer?





-Ya veo ya.
-...
-...
-¿Me puedes devolver el móvil?
-Uy ¿Quién es Carla?
-¿EH? Esto.. dame el móvil anda.
-No me has respondido, tienes un wasap de una tal Carla.
-Es... una... compañera de trabajo.
-Pues a mí no me suena de nada. ¿Es nueva?
-Es..esto.. sí, digo... no, es de otro departamento.
-¿Y por qué tiene tu wasap?
-Nos lo dimos el otro día, había más gente, nos lo dimos todos a todos, había hombres.
-Ya, así que no te gusta ni nada de eso.
-¿Cómo me va a gustar? Además está casada.
-No lo estás arreglando. 
-No he hecho nada.
-¿Nada?
-Nada.
-Ni el 2048.
-Ni el 2048
-Ok, está bien. Por cierto, antes llamó Carla a casa, estuve hablando un rato con ella.
Parece una chica muy maja. Me dijo que quería preguntarte unas cuestiones del trabajo. Le dije que no estabas y me dijo que te mandaría un wasap. Por cierto, tengo una captura del 2048 que certifica que YO he ganado la apuesta. Te la paso.





-Esa captura es mía. 
-Mira Paco, la verdad es lo que es y sigue siendo verdad aunque se piense al revés.
Tú pagas.


@TRYBALblz

14 abr 2014

Benavente






Siento ser yo quien le contradiga, Don Jacinto, pero esto no es cierto. A ver, puede que sí en un sentido metafórico, pero en un incendio real, NO. Puntualicemos.

Lo primero, os confesaré un secreto. Por culpa de un vestido rojo, me enamoré de un tuitero. Es una historia compleja. Mejor os la cuento otro día, es una herida abierta. Fue lo más parecido a un amor a primera vista que he vivido. Miles de mensajes, horas al telf., pseudomenciones a lo loco… Qué os voy a contar que vosotros no hayáis sufrido ya. Era amor, hasta que aparecieron las dudas, ¿y si no existía esa química virtual “in situ”? Había que conocerse, teníamos que dar vida al tema.

Mi amor, te quiero, pero no puedo más. Tenemos que vernos en el mundo real.

Y lo hicimos. Fue un encuentro maravilloso, sublime, COLOSAL, expectativas más que superadas. Cuando le vi, lo tuve claro: ES ÉL. Fuimos a un mesón. Lo sé, el sitio no acompañaba mucho para un idílico acercamiento, pero a mí eso me daba igual, que yo estaba ciega de amor y me daba por comida y por servida bebiendo del cáliz de su boca. Permitidme la licencia poética, quedaría muy vulgar decir que lo único que nos comimos aquel día, fueron los morros y orejas encima de la mesa.

Calorías que dejas en el plato, calorías que no cuentan. Así tengo yo este tipín. Qué te piensas.

Tal fue el éxito de aquella primera cita, que debíamos vernos de nuevo, así que planeamos con mimo nuestro siguiente alocado encuentro. Es que cuidadito, no veáis a golpe de tweet y Whatsapp, qué cantidad de tensión textual no resuelta. Esta vez daríamos un paso más. Y qué mejor que una cena, pero no una cualquiera, una íntima de esas con música envolvente potencialmente sexual y muchas velas. 
¡Ah!, que en tu casa también hay chimenea… Chato, tú no sabes la que te espera.

En buena hora, debió pensar su casera.

Mi abuela, que en paz descanse, decía que a un hombre se le conquistaba por la cazuela, por lo que decidí ocuparme yo de nuestra romántica cena. Mi chico es un tío importante que viaja tela, así que me dejó una llave de casa en el buzón de su escalera. Hice una compra gourmet, que yo por el futuro padre de David, Carlota y Manuela, hago lo que sea. Qué pasta, literal, porque la pagué como italiana y seguro que era de Talavera. Y así llegué hasta su portal, cargada hasta las orejas.

Estaba sucediendo, era cierto, iba a cocinar para mi alma gemela.

Primer problema, no me entra la manaza en el buzón. Y no es que yo tenga unas grandes zarpas, es que aquella ranurita era muy pequeña. A grandes males, grandes remedios. Vuelvo sobre mis pasos, salgo fuera, miro hacia arriba y observo pensativa la escalera de incendios que hay junto a sus ventanas abiertas. Échale ovarios, reina. Este amor merece la pena. Llevaba puesto mi vestido rojo, el mismo que originó esta escena. ¿Spiderman a mi lado? Una tragicomedia.

Me costó un tacón roto y dos carreras en la media, pero la felicidad me esperaba. 
Y la chimenea.

Bonito loft, no podía ser de otra manera. Me acerqué a la cocina y puse las bolsas sobre la encimera. UN MOMENTO, lo primero algo de música para crear ambiente. Suena Marvin Gaye y se me van solas las caderas. Poneos en situación… ¿Bailamos?




Mmmmm… Seh, sigue así, no dejes de moverte para mí, nena… No pares de contonearte y ponte el delantal con ese "flow" sensual que tan bien manejas. (Ay, si Alberto Chicote me viera)

Mientras la pasta cocía y sin dejar de bailar, repartí estratégicamente pequeñas velas encendidas por toda la casa. Incluido su dormitorio dónde, evidentemente, íbamos a disfrutar de una noche de sexo salvaje difícil de olvidar. Al volver al salón, vi la chimenea. No puede ser tan complicado, hagamos la prueba. La llené de hojas de periódico hasta arriba porque no había mucha leña. Tampoco encontré gasolina, alcohol si, y no es que yo sea una experta, pero un chorrito ayudará a que prenda. 

Madre mía, en cuanto nos rocemos un poco en un ambiente así, va a arder Troya. Esto acaba en boda.

-¿Cerillas? 
-Cerillas. 
-¿Correcto? 
-Correcto. Habemus fuego.

Inspiré hondo y cerré los ojos, era capaz de ver lo que esas paredes tendrían que callar mañana. Sin embargo, había olvidado un pequeño detalle que me sacaría rápidamente de este dulce éxtasis. 

Ay, ¡que se me desborda el agua de la cazuela! 

Fui corriendo a la cocina, ¡y allí solo faltaba Noé pidiendo a gritos levar anclas!. Lo que yo no imaginaba en ese momento era que, un desastre así, podía empeorar. Mientras recogía del suelo mis ”pennes a la putanesca”, me pareció oler a chamuscado. No había nada encendido en la cocina, era imposible que se quemase algo. Seguí recogiendo aquel caos como pude, hasta que me incorporé y se me ocurrió mirar hacia el salón. Se mascaba la tragedia.

¡JODER, LA CORTINA! ¡MALDITA SEA!

¿Sólo la cortina? Ojalá. Las inocentes velas se habían convertido en peligrosas minas anti-YO que extendían imparables el fuego de mala manera. Su colección de discos clásicos no, por favor, no. Te lo ruego, Dios, no me hagas esto… ¿LA ORLA? No me jodas, hombre. ¡La orla también, no! Si, guapa, la orla también. Y el sofá. 
Ni un puto trapo a mano. Me quité el vestido para intentar apagarlo, pero en la película que aprendí esto, la protagonista no llevaba un sintético de Blanco. 

Hostia, la que he liado. Le he quemado la casa, ahora qué hago. 

Pues hija, está claro, llamar al 112 rápido.

-112, ¿digame?
-Oiga, tengo un problema
-¿Está usted bien?
-Pues mire, ahora que lo dice, NO. Mi vida sentimental se va a la mierda, pero seguro que a ustedes les importa más el fuego que avanza descontrolado hacia la escalera.

Y así es como un día cualquiera, Don Jacinto, ataviada en sugerente ropa interior y con quemaduras de 2º grado en la pierna, esta humilde enamorada, esperó paciente en una ventana como una vulgar Julieta. Y aunque usted dirá que este cuento termina con cantos de sirenas, yo le digo que, gracias a Dios, son los bomberos echando abajo la puerta.


Y NO SE OLVIDE QUE EN ESTE AMOR, FUI YO QUIEN VIO LAS LLAMAS LA PRIMERA. ¡CHÚPATE ESA!

                                                                                                                                   @isabel_ecogest

10 abr 2014

Edgar







Hace tiempo que no me entiendo con mi mejor amigo.
Está a mi lado, me acompaña en los buenos y malos momentos. Nunca me falla.
Pero cuando le comento mis preocupaciones se chupa las pelotas.
Es lo que tienen los perros.

La verdad es que esos animales son una movida. Se les coge un cariño especial.
Se nota en ciertos detalles.
A "Brown", mi Carlino, le recogo las heces, sin embargo me da muchísimo asco la gente que se sienta en el trono con la puerta entreabierta. Y eso que se limpian solos.

La otra tarde en el parque le conté a Brown un asunto que venía preocupándome desde hace tiempo, se lo comenté mientras le olfateaba el culo a un Bulldog Francés. Él, no yo.

"Verás, hace mucho tiempo que no quedo con mis amigos.
No me refiero a que no seas mi amigo, eres el mejor que tengo y lo valoro, pero me he dado cuenta que necesito salir, ir a tomar un café a uno de esos sitios de moda. Y ya sabes que tú en esos locales no puedes entrar. 
La vida pasa deprisa y un buen día te encuentras solo. 
Yaa.. no me mires así, ya sé que tus años equivalen a 7 de los mios, pero no sé... necesito pasar el tiempo con alguien de mi edad.
Seguramente me pasaría la noche enseñándole tus fotos y lo sabes, pero necesito mi espacio.
¡NO! BROWN SUELTA. ¡MAL CHICO! ¡SIT, SIT! 
No estoy cortando contigo, sabes que no tengo ojitos para nadie más. Pero necesito hablar con alguien o terminaré oliendo el culo a uno de tus colegas."

Esa misma noche, mientras Brown dormía, entré en facebook y pude encontrar a unos cuantos amigos de verdad, de los de toda la vida, de esos que no he visto en décadas. Pero se suele decir que un buen amigo siempre está ahí cuando le necesitas. Así que les mandé unos mensajes.

Menuda enganchada. Las mujeres no me contestaron, pero dí con Charli, uno de mis compañeros de fatigas. Fue una noche memorable recordando viejos momentos mediante iconos de caras sonrientes. Incluso usé el de un gato soplando una tarta de cumpleaños, hubo que hilar fino, pero se lo mandé y se partió el ojal.
Se lo estaba pasando en grande, escribía "jajajaja" cada dos frases.
Yo reía fuerte, tanto que Brown gruñía entre ronquidos, pero me daba igual, hacía mucho que no lo pasaba tan bien.
Volví a ser un niño, a mis 53 primaveras.

Necesitaba sentirme persona, los últimos años fueron muy perros.
Justo ahora que lo daba todo por perdido, que me entraba la rabia por no sentirme querido, va y aparece Charli.
Necesitaba esa sensación, es por ello que cada noche, cuando Brown se acostaba sobre el cojín de felpa, volvía a conectarme.
Poco a poco fuimos avanzando en nuestra relación, ahora nos hablamos por Whatsapp.
En un principio me daba corte pedírselo, supongo que por la falta de costumbre.
Me había vuelto un ser antisocial, ¿qué sería lo próximo? ¿Abrirme una cuenta en Twitter? Menos mal que pude retomar mi vida y socializar con personas de verdad.

Pero Brown no es tonto, el muy perro se lo olía. No estoy hablando del culo del Setter, que también, me refiero a que notaba cambios en mí.
Me vestía más colorido, cantaba en la ducha, incluso hablaba con los demás dueños.

La verdad es que necesitaba quedar con Charli, ver que esa sensación era cierta. No quería más virtualizaciones. Al fin y al cabo, el trato con alguien de mi especie era lo que buscaba.
Me costó la vida, pero se lo solté.

-Ey, ¿Te hace unas copas esta tarde y hablamos de nuestras cosas?
-Jajaja, copas dice, un par de cubatas como dios manda, sin frutas ni mierdas.
-Bueno, eso mismo.
-Vale tío, a las 20:00 en la estación del centro. ¿Te viene bien?
-Cojonudo.

Cojonudo NO. A ver con quién dejo yo a Brown.
Intenté dejárselo a la vecina de enfrente, pero tiene dos gatos.
La de abajo tiene alergia y la de arriba tiene vida social, no iba a quedarse en casa esta noche.

Esto no me podía estar pasando a mí. Para una vez que tengo planes y mi Carlino me los chafa.
Mírale ahí, en su cojín, roncando como un angelito.
¿Y si lo dejo en casa? Quizá no se entere de que me he ido.

Salí con los zapatos en las manos, para no hacer ruido.
Cerré con una precisión perfecta, parecía un adolescente, nada podía salir mal.
Llamé al ascensor mientras me calzaba y ni señal del animal.

La noche fue muy loca. Charli era más gracioso en vivo.
Era calvo con greñas, en su foto de facebook parecía otra persona.
Se sacaba las fotos a lo Bruce Willys, desde el mentón a las cejas el muy joputa.
Anda que no nos reímos de eso. De eso y de todo, su vida era muy ridícula.
Yo le conté un poco por encima la mía, sin nombrar a mi Carlino.

Un taxi me trajo de vuelta al amanecer. Tras infinitos intentos conseguí meter la llave y entrar en mi casa.
Ahí estaba Brown, con cara de malas pulgas. Creo que se hacía caca.



Salimos al parque y mientras él olía el trasero a su gente yo pude dormir la mona sobre un banco.

Los meses pasaron, Charli se hizo íntimo, pero demasiado borracho para mi gusto, no me convenía del todo. Así que retomé mi búsqueda de amigos en facebook.
Seguro que alguien querría quedar.
Charli me decía que quién iba a querer quedar con dos tipos como nosotros.

-¿A qué te refieres?
-Míranos, somos una tragicomedia andante.
-¿Y ellos? ¿Acaso crees que habrán triunfado en la vida?
-Tontos, ellos son tontos y punto.
-Pues yo tengo una gran fe en los tontos.

                                                                                                                       

                                                                                                                                                                 @TRYBALblz

7 abr 2014

Khalil







Las cosas hay que probarlas, que estos filósofos son muy de hablar por hablar. Así que, ni corta ni perezosa, me dije:Chica, llevas una década bajo un nubarrón, a ver si el problema va a ser tu localización geográfica. Mira este señor libanés qué claro lo tiene, ya estás moviendo el culo "pallá" a exigir el pedacito de sol que te toca. Si Mahoma no va a la montaña, BUELING.”






Nena, vuelos desde 9 euros. Haz las maletas, que nos vamos.

Y allí me planté, con un par. Y con una minifalda, algo que no os recomiendo si vais a aterrizar en el aeropuerto Rafic Hariri. No veáis cómo se las gastan en Beirut, 14 horas retenida y 12 interrogada. ¿Por qué me desnudarían? ¡ni que llevase una bomba en las bragas! 29 horas después, llegué al hotel. Un sitio raro, pero por lo que me había costado, la cabra en el pasillo me pareció hasta normal.

A la mañana siguiente, me desperté animada. Ni la detención en el aeropuerto, ni el tiroteo de anoche, conseguirían desviarme de mi propósito, QUIERO EL SOL BRILLANDO EN MIS NUBARRONES. Me arreglé un poco, tapadita que no quiero más líos, y bajé a desayunar. Fue allí donde conocí a Abdul, dueño del hotel. Y de la cabra.

Amor a primera vista. Yo tan rubia e inocente, él tan racial y... Tan racial.

No imagináis cómo le brillaban los ojitos mientras me miraba dando pequeños sorbos a una infusión, más mono… Creo que era té verde, pero no sé, la planta que usaba parecía un poco mustia y su olor me mareaba. Eso sí, de sabor aseguraba que no estaba mal. Le pregunté qué era, me dijo que algo especial que él cultivaba. Algo para los dolores del alma.

Suena bien, póngame una, que la naturaleza es muy sabia y como mucho tendré una escurribanda.

Oye, qué día más bueno de risas pasamos, aunque se me fue un poco la mano con el dulce y terminé un pelín empachada. Eché de menos un bocata de jamón, pero no me pareció adecuado decir nada. Esa noche dormí como nunca, creo. Entre nosotros, no me acuerdo de nada. Me duele todo el cuerpo, será el jet lag. Ay, por Alá, Abdul está desnudo en mi cama.

Pasamos toda la semana juntos, me sentía sexi y poderosa como un diosa. Afrodita a mi lado era Falete acalorado, lo tenía todo y la relación avanzaba. Me presentó a su familia, su madre me adoraba y ya le había cogido incluso el gusto a la leche de cabra. Cuando llegó el momento de irme, me pidió desesperado que me quedará y yo, que estaba ciega de amor, acepté sin más.

Vaya, que por mucho humo que haya, me encanta el buen rollo que se respira en esta casa.

Llamé a mi familia, la verdad es que no se lo tomaron muy bien, para qué os voy a engañar, pero Abdul insistió mucho en traerlos, decía que tenía la solución y solo debía hablar con mi padre. Me sorprendió un poco que su hotel diese para tanto, los billetes y el SPA donde los alojó, le costaron una pasta. Me olía raro y esta vez, no era esa dichosa planta.

-Cielo, ¿tienes algo que contarme?  (¿Habéis visto que cauta?)
-Nada, mi reina, nada.  (¿Nada? ¡JA!)

No quise preguntar más, tenía derecho a mi cuento de hadas. Fuimos a recoger a mis padres y mi madre me vio muy cambiada, sobre todo la mirada. Mamá, ya te dije que éramos muy felices y en esta casa, todos tenemos un brillo especial en la cara… Lo que yo no sabía, era que en realidad estaba colocada.

Limemos asperezas alrededor de un té.

Tres tragos, un "piti" de esos y la cosa marchaba, las dos familias reían relajadas. Mi chico salió un momento y volvió a recoger a mi padre en un Hamer. Coño, ¿desde cuándo tenemos nosotros un Hamer? Ni idea, en ese momento todo me parecía bien y no le di mucha importancia. Tampoco a los tíos armados que cargaban cajas de té en una furgoneta detrás de casa.

Al rato, suegro y yerno volvían encantados, de alegría se me saltaban las lágrimas. Mi madre también parecía bastante integrada. Ya en la comida, mi padre muy bajito, me dijo que Abdul le fascinaba, pero yo de reojo vi en su móvil una foto de 30 camellos pastando en el terreno de una gran casa. Imaginaos mi cara. Y yo pensando que para mi padre valía mi peso en oro... ¡Una mierda!

Mi historia de las mil y una noches se desmoronaba. Abdul, TENEMOS QUE HABLAR.

Cariño, ¿lo de los 30 camellos de qué va? Y lo del Hamer, no sé, ¿es de tu padre? ¿De dónde sacas tanto dinero? ¿Por qué escondes cajas con esa infusión tan rara? ¿Qué es eso de que vas a pagar la hipoteca de mis padres? Ah, por cierto, tenemos que parar a hacer la compra, unos señores se han llevado todo el té que quedaba y nos han dejado tiritando la despensa de casa.

Solo recibía evasivas, así que de camino al supermercado, segundo asalto, mucho más directa:

-A ver, Abdul, QUE SI VENDES MARIHUANA.
-Mujer, solo a los amigos.
-¿Solo a los amigos? Espero que no sean los 6.272 que tienes en Facebook, entre ellos, Obama.
-Bueno, es que soy un hombre muy social, pero la vendo únicamente con fines terapéuticos.
-¿Uso terapéutico? COÑO, ABDUL, ¿CUANTAS TONELADAS?
-Pocas. Tres, cuatro como mucho a la semana.

Así es, mis sospechas eran ciertas, mi padre me había vendido a un camello por camellos. Y no a uno cualquiera, al mayor traficante de Beirut, distribuidor oficial de la Casa Blanca. Tócate los ovarios, esto es ya lo que me faltaba. ¿Pues no venía yo buscando el sol para ponerme morena y me ha comprado un moreno por 30 camellos? A mi me ha mirado un tuerto muy cabrón.

Pero, ¿sabéis de lo único que tengo ahora ganas? De fumarme un cigarrito y llamar a Moncloa para contarles que, por fin, he encontrado los famosos brotes verdes de los que tanto hablan.


@isabel_ecogest