Y Jesús multiplicó los panes y los peces, porque lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Claro, Balti. Tiene toda la lógica.
Podría desmontar esta cita con un par de topicazos en torno a las
bondades de la brevedad masculina, pero lo mío son más las utopías. Intentaré ser original.
Oiga, mire; lo bueno, si breve, de bueno nada. NA-DA. ¿Quien no querría que los buenos momentos durasen más? Lo bueno debería multiplicarse, como mínimo, por dos. Y es que cuando leo citas como ésta, llego siempre a la misma conclusión:
Estos señores del Siglo de Oro, tenían demasiado tiempo para pensar.
Hoy día, en Twitter hubiesen partido la pana, serían los Poetuiteros de Oro. Ocuparían el número 1 de ventas en Amazon y firmarían con una pluma de faisán en la FNAC.
No se ofenda, Sr. Rubalcaba, lo de faisán no iba por nada. Ahora, lo de la pluma...
No nos engañéis así, tenemos corazoncito. Y no es que yo pretenda echar abajo su chiringuito, es que huele a timo. Pero tenéis una coartada, la frase de la recámara. Esa que solo disparáis cuando hay que darle la vuelta a la tostada.
¿Que estás en paro, se ha muerto tu padre, te ha dejado tu mujer, has engordado,
no tienes amigos, tu vida es una mierda y te quieres suicidar? ¡NO TE ALARMES!
Ya vendrá uno a soltarte con mucho retintín, que no hay mal que cien años dure.
A otro perro con ese hueso, que me estoy empezando a indignar.
Según usted, mi vida debe estar llena de buenos momentos. Si, si, cojonudos, pero breves, muy breves. Tan breves que no los recuerdo, así que mejor llamémoslos “pequeños sobresaltos de aparente
felicidad”.
Lo que si recuerdo, es a una chica que conocí una tarde en Starbucks. Vamos allá.
Enero en Madrid, un frío que los grajos planeaban y yo con una americana. Esto pasa cuando te dejas la rebequita de casa. Salí de una
reunión a media tarde, me moría por un café caliente y un trocito de tarta. La verdad, me apetecía un termo de litro de café y dos trozacos de tarta, no os
voy a engañar. Oye, la mejor inversión alimentaria que he hecho nunca, todavía lo estoy intentando
bajar. Poneos en mi lugar, fue cruzar la esquina y ¡zas!, un Starbucks. Mi ramalazo
hipster no lo pudo evitar.
Me senté en una butaquita, en plan mujer intelectual. Frente
a mí había una chica, parecía harta de esperar. No soy nada cotilla, pero me
intrigó su historia, así que me limité a observar. Debía tener más o menos mi edad, sobre 25. Vaaaaale, 28...
¿No cuela? Bah, qué más da. Por lo que intuí, tenía una cita y llevaba más de una hora ahí plantada. Miraba constantemente el móvil, pero aquello no se dignaba a sonar. Hasta que por fin, unos cuarenta minutos después, se decidió a llamar.
¿No cuela? Bah, qué más da. Por lo que intuí, tenía una cita y llevaba más de una hora ahí plantada. Miraba constantemente el móvil, pero aquello no se dignaba a sonar. Hasta que por fin, unos cuarenta minutos después, se decidió a llamar.
-Llevo casi dos horas aquí, la camarera me mira mal. ¿Vas a venir?
-Bla Bla Bla (No sé lo
que dijo, qué queréis que haga)
-Lo de siempre, me dijiste que ésta vez podríamos vernos más tiempo.
¡Nunca cambiarás!
-Muchos "Blas"
-Las mismas excusas de todos los días, ¡luego estás conmigo cinco
minutos y te vas!
-La leche de "Blas"
-Piiiiiiiiiiii... Pi Pi Pi Pi Pi Pi...
Y colgó. Con un par. Pero también se puso a llorar, así que
me acerqué a preguntar:
-Perdona, ¿estás bien? (Joder, Isabel. Enhorabuena, muy original)
-Sí, sí. Muchísimas gracias por
preguntar.
Seguía llorando y yo, que en el fondo soy una ONG con patas,
decidí actuar.
Podía haberme acercado de nuevo y recitar con dulzura su gran frase, Sr. Gracián, pero preferí no arriesgar mi integridad física ni moral. Opté por algo que no podía fallar,
LA TARTA DE CHOCOLATE. Y aunque mi intención no era sentarme con ella, pedí dos porciones para llevar. Recuerde esto, mi querido amigo; lo bueno, si viene en abundancia, mejor que mejor.
Podía haberme acercado de nuevo y recitar con dulzura su gran frase, Sr. Gracián, pero preferí no arriesgar mi integridad física ni moral. Opté por algo que no podía fallar,
LA TARTA DE CHOCOLATE. Y aunque mi intención no era sentarme con ella, pedí dos porciones para llevar. Recuerde esto, mi querido amigo; lo bueno, si viene en abundancia, mejor que mejor.
Claro que, después de haberte metido entre pecho y espalda dos
"zoñacos" de tarta de zanahoria y un café de caramelo tamaño
industrial, vete tú a pedir esos dos "pequeños" trozos de pastel de
chocolate sin perder un ápice de dignidad. Tarde para rechistar, tenía un subidón de bondad y nadie me iba a parar. Me armé de valor y bajo la atenta
mirada de la camarera, me acerqué al mostrador con mi mejor expresión de buena
persona. Una buena persona que se ha quedado con un poquitito de hambre.
Y casi susurrando, acerté a decir:
-Hola, si, mira... Quiero tomar algo ligerito para engañar al estómago hasta la cena. ¿Me pones toda la tarta de chocolate que te queda
ahí? Gracias.
-¿Toda? Son más de dos porciones.
-Si, si, toda. Es que ceno tarde y tal...
(Silencio-Piquete de ojos-Te clavo la mirada-No preguntes-Pon la puñetera tarta YA)
-¿Toda? Son más de dos porciones.
-Si, si, toda. Es que ceno tarde y tal...
(Silencio-Piquete de ojos-Te clavo la mirada-No preguntes-Pon la puñetera tarta YA)
Su mirada dijo eso. LO JURO. Y sonriendo. Puto marketing. Da igual, yo tengo mi tarta.
Perfecto. Por fin tenía en mi poder esas potentes grasas
saturadas, solo aptas para casos de mal de amores "in extremis". Aun puedo verme camino
de aquella mesa, rezando un Padre Nuestro para que no fuese diabética. Cuando llegué, posé
despacio los pasteles junto a su café y
la sonreí con complicidad. Gesto que, al levantar la mirada, me devolvió sin decir nada. Recibí
una sonrisa breve, Baltasar. Sonrisa que,
a pesar de su célebre cita, también me hubiese gustado multiplicar.
a pesar de su célebre cita, también me hubiese gustado multiplicar.
-Disculpa si te molesto, no lo he podido evitar. Es una tontería, pero
te ayudará a esperar.
-Pero… Aquí hay dos trozos... (La pobre no entendía nada)
-Claro. El doble de una buena intención, siempre es mejor. Disfrútalos. Suerte.
Y me fui, que yo ya había cumplido mi misión y estaba hasta el moño de ese bar.
No había llegado a la puerta, cuando una mano me tocó la espalda. Era ella.
No había llegado a la puerta, cuando una mano me tocó la espalda. Era ella.
-Perdona, no he sabido reaccionar. ¿Te importa quedarte un rato
conmigo?
Él no vendrá.
Ese "él no vendrá", me llegó al alma y, aunque no me apetecía nada, tuve que aceptar. En el fondo, en ese momento, ella sólo necesitaba compañía. Olvidar.
Y de paso, repartir la culpabilidad de esas 900 calorías.
Y de paso, repartir la culpabilidad de esas 900 calorías.
Y allí estábamos las dos, una rubia y una morena dejando de
ser unas desconocidas en torno a una mesa de Starbucks. Sin necesidad de
preguntar, me contó su historia. Nada importante, un simple terrorista
sentimental. Sé de lo que hablo, lo superará. Ahora, Baltasar, si
usted quiere, pídame que le explique a esta señorita, cuánto mejor es un breve
encuentro, que pasar toda la vida junto a la persona que quieres estar.
Aunque sea un cabronazo, vaya. Está bien matizar.
¡JA!
¡JA!
¡Y JA!
Nunca doy consejos. Me gusta ser práctica y limitarme a escuchar. Sin
embargo, esa tarde hice una excepción y rogué a aquella
muchacha que no idealizase a ese hombre, que seguramente sería como todos y no
bajaría la tapa al terminar. En ese instante,
oí su primera carcajada. Hubo más. Los calcetines en la cama, la abolición por decreto de preliminares, esa ausencia de detalles y las "rascaitas" que, con mucho disimulo,
os dais en la entrepierna desde el bolsillo del pantalón, me ayudaron bastante.
oí su primera carcajada. Hubo más. Los calcetines en la cama, la abolición por decreto de preliminares, esa ausencia de detalles y las "rascaitas" que, con mucho disimulo,
os dais en la entrepierna desde el bolsillo del pantalón, me ayudaron bastante.
Aquel día, llegué agotada a casa. Eso si, con la satisfacción de
haber hecho algo bien.
Y hambre, también con mucha hambre. Que aquella mujer dejaría de llorar, pero no dejó una triste miguita que rascar. Abrí la nevera, hubiese jurado que había helado de nata. No quedaba nada. Lo terminé la noche que Dani me dejó tirada. Todas hemos sido una chica Starbucks. A los diez minutos, volví a mirar con la esperanza de que hubiese crecido algo rico, tampoco. Que no, que mi noche no se iba a arreglar.
Y hambre, también con mucha hambre. Que aquella mujer dejaría de llorar, pero no dejó una triste miguita que rascar. Abrí la nevera, hubiese jurado que había helado de nata. No quedaba nada. Lo terminé la noche que Dani me dejó tirada. Todas hemos sido una chica Starbucks. A los diez minutos, volví a mirar con la esperanza de que hubiese crecido algo rico, tampoco. Que no, que mi noche no se iba a arreglar.
Así que, muerta de hambre y pena, escribí este poema:
Lo de «terrorista sentimental» me suena de alguien que conocemos. Hiciste una buena obra aquella tarde. Hoy en día con la era de los móviles vamos todos a lo nuestro y apenas nos fijamos en lo que nos rodea. Bien hecho.
ResponderEliminarEs que hay mucho terrorista del sentimiento suelto. Hay que ayudar a la gente cuando lo pasa mal, es fácil que nos toque estar en su pellejo en BREVE. Gracias por el comentario. Un abrazo!
ResponderEliminarSigo con el bueno de Gracián (recurso facilongo)
ResponderEliminar"Saber y saberlo demostrar es valer dos veces." Aunque sea a través de dos trozos de tarta, añado.
Sin saber si es ficción o real te digo "Vale quien sirve" y tu Isabel "vales mucho" no caeré en el tópico típico de "Nena tu vales mucho".
Vales en la forma en que escribes y sirves en el fondo de lo que transmites.
Un beso, me ha encantado y nada triste.
Fer A.
Grande, Fer. Muchísimas gracias por tus palabras que, entre nosotros, me han dejado sin ellas.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte, de corazón.
Me he reído bien. Un rato gustoso y sabroso... Lo voy a twittear porque me rece la pena que algunos -si lo leen- conozcan tu obra...
ResponderEliminarSolo una cosa, no todos nos dejamos la tapa levantada al terminar jajajaja... algunos somos así de curiosos. ;-)
@hptr2013
Jajajajajajajaja!
ResponderEliminarA veces, hay que recurrir a los tópicos en situaciones extremas. Muchísimas gracias por compartirlo!
Un abrazo ^_^
Atraído por un RT tuitero, acabo de terminar la primera lectura de su blog. Me ha causado una buenísima impresión.
ResponderEliminarVerdaderamente lo mejor para dejar de pensar que uno escribe bien es leer más.
Y, por cierto, yo tampoco habría dejado ni un trocito "asín" de tarta.
Gracias. Y no solo por escribir. No todos somos capaces de hacer lo que hizo
¡Me alegra muchísimo leer que le ha gustado el blog!
ResponderEliminarSea usted bienvenido a nuestro humilde rinconcito de experiencias ^_^
Y tranquilo, disfrute de la tarta. Me gusta pensar que siempre habrá alguien que
nos traiga un trozo cuando realmente nos hace falta.
Un abrazo muy fuerte y mil gracias por el comentario!
Enhorabuena por haber tenido la iniciativa de preocuparte por alguien. Es algo que no está demasiado de moda.
ResponderEliminarPero quien cree que "lo bueno, si breve dos veces bueno"... es porque vive demasiados momentos buenos.
Saludos.
Para estas cosas, prefiero ser una anticuada.
ResponderEliminarMe quedo con ese "vive demasiados momentos buenos". Gran frase.
Un millón de gracias por el comentario. Un abrazo!