5 may 2014

Marquesa de Sévigné


 


¿Le importaría repetir esta frase a mis amigos, Marquesa?

Mi compañero de piso Fonso, es esa típica persona que, dando un paseo, se va enamorando cada dos pasos. Nos gusta andar y lo hacemos sin conocimiento. De Moratalaz a La Latina pasando por el Retiro, de ahí a Malasaña, y así nos podemos pasar horas. Le adoro, con sus manías, defectos y virtudes. El caso es que hace un par de semanas, en una de nuestras caminatas, paró en un local a comprar a tabaco. Y tardó, tardó mucho.

¿Por qué? Se enamoró dentro, pa´no variar. Eso sí, ésta vez dio un paso más.

Mira que noté cómo se desnucaba al pasar delante del bar, que ya nos conocemos, pero no le di importancia. Tampoco a los 40 minutos que tardó en salir, “se habrá enamorado por enésima vez”, pensé. Efectivamente, al salir me confesó que había conocido a la mujer de su vida, otra vez. Un flechazo más y, aunque ella estaba con un chico, en un descuido de éste, fue capaz de reunir el valor suficiente para acercarse a ella. Había oído tantas veces lo mismo, que no hice caso, la verdad.

Él insistía en contármelo, así que de regreso, me explicó cada detalle del encuentro:

-Joder, tía, qué subidón. ¡Se me ha ido la perola por completo!

-¿Por?

-Cuando pasamos por delante de ese bar, vi a una tía espectacular y entré a propósito. Siento haberte hecho esperar, no pude resistir pedir una cerveza y sentarme en la mesa de enfrente. No dejaba de mirarme, tenías que haber visto con qué descaro. Estaba con un chico, pero seguro que no era su novio, no se besaron ni nada.

-Bueno, ¿y qué ha pasado? ¡Cuenta!

-Tía, no sé, me he vuelto loco… ¿Sabes esas miradas que son puro sexo? Pues yo estaba arrancándole la ropa con los dientes mientras la miraba.

-Joer, macho, estás fatal. ¿Y ella qué?

-¿Ella? Ufffff… Ella estaba salidísima. Se mordía el labio mientras clavaba sus ojos en los míos de una forma que... Mira, casi la cojo allí mismo y…. No te imaginas la tensión sexual, como si no hubiese nadie más alrededor. Lo hubiésemos hecho allí mismo sobre una mesa. Brutal.

-¿Pero, qué me estás contando? Bueno, a ver, y en qué habéis quedado.

-Pues, aprovechando que el tío que estaba con ella iba un momento al baño, me acerqué a su mesa, y sin dejar de mirarla, he puesto mi tarjeta junto a su cerveza. Le he dicho que ahí tiene mi número de teléfono por si me quiere llamar. ¡Con dos cojones!

-Ah, ¿que no habéis ni hablado?

-¡Que va! No ha hecho falta, nos lo hemos dicho todo con la mirada.

Ni que decir tiene, que a mi aquel final no me convenció para nada. Pero mira, cada uno tenemos nuestras fantasías y rollos en la cabeza, yo no soy nadie para juzgar. 
Si él dice que ha tenido una relación sexual ocular, pues la ha tenido y punto. Llevábamos todo el día fuera, así que era buen momento para irnos a casa. Se complicó un poco, no debimos pasar por Malasaña. En fin, ya sabéis, las noches menos pensadas suelen ser las mejores.

Y aquella noche fue… Así.


Qué demonios, ¡aquella noche fue brutal! Como casi todas con él, la verdad.

Las seis de la mañana, por fin llegamos a casa. Servidora reventada y totalmente desvelada. Fonso se fue a dormir y yo me quedé un rato en el salón para cargar el móvil, se había muerto a mitad de la noche. Típico repaso de mensajes por si había algo interesante. Nada, lo mismo de siempre, que si te quiero mucho, que si te echo de menos, que si “bla bla bla”. Todo mentira, pero de eso ya hablaremos otro día. Debía acostarme ya, tenía una cena esa noche en casa y mucho que preparar.

No amanecí hasta mediodía. Tras una ducha eterna, me fui a comprar todo lo que necesitaba. Al volver, vi que Fonso no estaba, seguramente se había ido de cañas. 
Le di un repaso a la casa y me puse a cocinar. Con la tontería me dieron las ocho de la tarde, habíamos quedado en media hora y aún estaba sin arreglar. En ese momento, llegó mi compañero de piso, le pedí que fuese poniendo la mesa mientras me maquillaba y recibiese a mis amigos al llegar.

-DING DONG

-¡Voy!

Cuando salí, estaban todos en el salón tomando un vino. Perfecto, podemos empezar.

Ya lo había hecho él, pero les presenté nuevamente a Fonso, que parecía bastante integrado. Unos vinos y nos sentamos a la mesa, la noche no iba tan mal. Javi y yo fuimos juntos a la Facultad, hacía meses que no nos veíamos así que no parábamos de hablar, ¡teníamos que ponernos al día! De vez en cuando, vigilaba que mi compañero de piso estuviese dando conversación a Nagore, no quería que se sintiese incomoda en ningún momento. Sin problema, si algo hace bien este muchacho, es hablar.

De repente, bajo la mesa, noté algo que me rozaba. ¿Qué significa esto? Parejita, os he invitado para charlar, pero si os aburrís y os queréis meter mano, os dejamos una habitación. Para mi sorpresa, no eran ellos, era Fonso acariciándome la pierna. Lo miré fijamente y dejó de hacerlo de inmediato. Bien, lo has captado, ya hablaremos luego de lo que está pasando. Seguí charlando con Javi, hasta que a Nagore se le cayó un poco de vino en el vestido y la acompañé a la cocina para limpiarlo.


-Perdona que te haya levantado de la mesa así, Isabel.

-Tranquila, no pasa nada.

-Es que estoy alucinando.

-Mujer, solo es un poco de vino, lo quitamos rápido.

-No, Isabel, si me lo he tirado a propósito para que nos fuésemos un momento.

-No entiendo nada, Nago. ¿Qué pasa?

-Es tu compañero de piso.

-¿Fonso?

-Si.

-¿Me quieres decir qué pasa?

-Nada, tía, pero ya puedes tener cuidado, vives con un salido.

-¿PERDÓN?

-Sí, ayer me la lió en un bar mientras hacía tiempo hasta que llegaran mis suegros.

-Imposible, ¡si estuvimos todo el rato juntos!

-¿Su número es 678 897 466?

-Espera, lo miro, que no me lo sé… 

-No hace falta que lo busques, tengo aquí su tarjeta, Alfonso García de Castro.

Y sacó la tarjeta del bolsillo de su pantalón. No podía creer lo que estaba pasando.

-Ay, Señor… ¿Qué te ha hecho?

-Pues nada, resulta que estábamos Javi y yo tomando algo antes de cenar con sus padres y vi pasar a tu colega por la puerta. Se quedó mirando y entró, pensé que se iba a acercar a saludar porque se acordaba de mi de aquel día que nos encontramos, ¿recuerdas? Pero no, se quedó ahí sentado mirándome mientras tomaba una cerveza. Más de media hora ha estado ahí plantado, haciéndome gestitos con la boca y circulitos con la lengua en el botellín el muy salidorro. Un cerdo, tía. ¡ES UN CERDO! ¡TIENES QUE IRTE DE AQUÍ!

-Ay, Dios… ¿Qué dices?

-¡LO QUE OYES! Y no solo eso, en cuanto Javi fue al baño, a tu amiguito solo se le ocurrió acercarse todo chulo y dejarme su tarjeta en la mesa con un “me muero por dártelo todo, sé que lo estás deseando. Aquí tienes mi número de teléfono, llámame”. Pero lo peor, sin duda, está siendo esta noche, Isabel. Desde que hemos llegado, me está entrando. Tía, ¡que está intentando meterme mano por debajo de la mesa!

-Joder, joder, joder. ¿Javi sabe algo?

-No me atrevo a decírselo, ya sabes cómo es de celoso. Lo mata aquí mismo.

-Vale, déjame a mí.

Volvimos al salón donde, muy educadamente, pedí a Fonso que me acompañase a la cocina y me ayudase a emplatar el postre.

-Yo te ayudo, Isabel. –dijo Javi

-Nooooo, tú con Nago, que al final me va a odiar por robar toda tu atención. Tú quédate aquí con ella, ¿eh? Así, queriéndoos un poquito. Qué guapos sois, 
si es que hacéis una pareja que... que... Ahora volvemos.

Me llevé del brazo a Fonso, si me descuido se lo arranco. Ya en la cocina a solas:

-¡Pero se puede saber qué coño estás haciendo!

-Tía, es la chica de ayer, ¡ES ELLA! ¡Esto es una señal! Llevo intentando decírtelo toda la noche, pero no paras de hablar con el tío ese.

-¿Señal? Señal la que te voy a dejar en la cara como no la dejes en paz. ¿Tú estás loco o qué?

-Pero… Si está venga a sonreírme y ponerme ojitos.

-Joder, Fonso, lo que está es acojonada. ¿Cómo pudiste decirle ayer eso de “dárselo todo”? Y ahora encima, la estás metiendo mano delante del novio por debajo de la mesa. ¿Qué hago? ¿Te mato yo o espero que lo haga Javi cuando se entere?

-¡Hostia! ¿Ese es el novio?

-No, si te parece es el mío, ¡joder!

-¡Yo que sé! Hablaba tanto contigo… Pensé que teníais un rollito.

-Déjate de rollitos, ya hablaremos mañana de esto. Ahora, sal conmigo, pon una enorme sonrisa y ni se te ocurra acercarte a Nago en lo que queda de noche o te corto los huevos mientras duermes.

Salimos de la cocina con el postre, yo no podía ni mirar a mis invitados a la cara. Entre mordisco y mordisco al coulant, me preguntaba por qué les había juntado en esa mesa, ¡POR QUÉ! Si cuando no se conocían era todo perfecto, qué necesidad tenía yo de verme ahora intentando salir del paso. Allí el único que hablaba era Javi, y menos mal, porque aquello parecía un funeral. Nago histérica, Fonso salido perdido, Javi que no se enteraba de nada y yo con la cabeza casi dentro del plato, qué panorama.

No sé cómo lo verá, Doña, pero yo aquí veo una clara incompatibilidad amistosa entre esos amigos que, según usted, deberían ser amigos por reflejo. Y de verdad, le juro que son maravillos los tres, pero por separado. Aún no sé cómo arreglaré lo que desencadenó esa cena. Cena donde debí poner cubiertos de plástico, porque a punto estuve de ser también Marquesa. Esa que, poniendo las tetas sobre la mesa, casi termina pidiendo a voces que dejen de volar cuchillos rozándole la oreja.

Así que insisto, ¿le  importaría repetir su frase a mis amigos, querida?
¿O mejor decimos que los amigos de mis amigos, son amigos míos cuando se lo ganan?

Madame, los amigos se cuentan con una mano. El resto son conocidos o allegados.


@isabel_ecogest

2 comentarios: