26 may 2014

La erótica del poder




Debo ser muy rara, Giulio, pero en tan sólo unas horas de poder, he salido por la puerta de atrás y mucho más que desgastada. Es domingo, las siete de la tarde y por fin estoy de vuelta a casa desde que salí ayer por la mañana. Y vosotros diréis: "Bah, ésta se ha pegado un finde brutal", ¡JA! Lo que no sabéis es que, tras celebrar que ganásemos la Copa, he ido de empalmada a presidir una mesa electoral. Ya puedo incluir en mi CV que he sido Presidenta, aunque lo mio no haya terminado con una suculenta pensión vitalicia.

Anoche se nos fue de las manos. Esta semana no he estado muy bien de ánimo, hace unos días lo dejé con mi novio, así que ayer mis amigos se dedicaron a darme la típica charla "Nena, tú vales mucho. Ese capullo no te conviene" y me vine arriba. Os lo contaría, pero no recuerdo prácticamente nada. Sólo espero que el trozo de piedra con forma de meñique que ha aparecido en mi bolso, no sea de la Cibeles, que la Botella me mata. A las 7:50, mis amigos me estaban tirando del coche casi en marcha en la puerta del ayuntamiento de Alcobendas.

Y allí aparecí, como Britney Spears después de una mala noche. Bueno, en mi caso, la actitud se parecía más a esto. Menudo cachondeito me traía.




Bromas aparte, llego y me recibe muy educado uno de los vocales.

-Buenos días.

-Buenos días. –dije pensando: “lo serán para ti, hermoso”

-Aún no hemos abierto.

Ya, eso me dijeron también a las seis en el último after y mira la copa que traigo en cada mano.

-Ya, ya. Disculpa, igual no me reconoces sin el plasma, soy la Presidenta.

-¿Me dejas tu dni?

-¿Mi dni? Claro,claro. Toma.

Y yo me pregunto, ¿quien demonios desearía estar a las 8 de la mañana un domingo de resaca presidiendo una mesa electoral? ¿De verdad creéis que otra persona se dejaría engañar? Joder, estáis muy mal.

-Perfecto, Isabel. ¿Quieres tomar algo? Algo que no sea una copa, claro.

-Café, por favor. Grande. Mejor dos. Two relaxing cup of coffe.

Menuda papeleta presidir la mesa, ya empezaba a venir gente. Cómo sois, pero si tenéis todo el día para venir, dejad que me tome el café. Grité un "¡George Clooney is outside!", pero no se iban, y no veáis lo que cuesta encontrar el nombre de los vecinos en esas listas con todos esos renglones moviéndose arriba y abajo sin parar. Un par de horas después, se me caía hasta el pelo del estrés. Qué país, ¡si es que todo son obligaciones y cada día menos derechos! Hoy sin ir más lejos, yo no he tenido ni derecho a dormir mi propia resaca. 

Anda, mira quien viene por ahí… el director de mi banco. Pues se va a cagar, a éste le voy a tener dando vueltas por todo Madrid buscándose en las listas del censo. Por cabrón. Le recibí con una enorme sonrisa en la cara y como diría mi querido Harry, el sucio: "Make my day".

-Buenos días, Armando.

-Hombre, Isabel. ¿Te ha tocado de Presidenta? Vaya... Qué alegría verte, ¿cómo está tu padre?

Pues todavía cagándose en tus muertos después de que le robases más de treinta mil euros en preferentes. Como yo, más o menos.

-Bien, bien. ¿Me dejas tu dni, por favor?

-Sí, claro, aquí tienes.

Y me puse a mirar con la regla cada línea de las listas que tenía sobre la mesa. Diez minutos de silencio después y una cola de gente importante:

-Mmmmmm… No, Armando. Aquí no apareces.

-¿Cómo que no aparezco?

-Pues que no apareces, no estás en la lista. Debes estar empadronado en otro ayuntamiento.

-¡Imposible! ¿Has mirado bien?

-¿Insinúas que no soy capaz de encontrar “Bronca Segura, Armando” en una lista? No estás.

-Pero… Debe ser un error.

Tú sí que eres un error, ladrón.

-Eso yo no lo sé, solo sé que no apareces y no puedo dejarte votar. Estaría cometiendo un delito, puede que no tan grave como robar a tus clientes, pero seguro que no quieres que haga eso, ¿verdad? Deberías mirar en otro ayuntamiento, en alguno de Madrid aparecerás. Toma, aquí tienes una lista de los ayuntamientos de la Comunidad por orden alfabético. Es pronto, tienes tiempo.

Armando pálido, incapaz de pronunciar palabra, los vocales estupefactos mirándome y un silencio sepulcral en la sala. Llamadme lo que queráis, aún no tengo el condensador de fluzo montado en el Delorean para volver al día en que engañó a mi padre y evitar que firmase. Así que, entre tanto, le voy a putear en el presente y que me quiten lo “bailao”. Sé que no está bien, pero vender productos bancarios fraudulentos tampoco y mírale, aquí tan tranquilo con su Mercedes de setenta mil euros y su polito Lacoste. Anda y que te den.

Ay, madre, un grupo de monjas. Me santiguo, que estas cosas nunca se sabe, pueden ser señales.

-Buenos días, señorita.

-Buenos días, hermana. Déjeme su dni, por favor.

-Aquí tiene, que Dios la bendiga.

-Pero, oiga, ésta no es usted.

-Mírelo bien, por el amor de Dios, que tenemos a Sor Concepción muy mayor. Es la que conduce y nos esperan dos horas de coche por carretera general al convento.

-No, no, si lo he mirado perfectamente. Según este documento, tiene usted 21 años y se llama Daisy Jeannette Maria de todos los Santos. Permitame que dude, pero a la vista aparenta los sesenta y por su acento, parece más de Alpedrete que puertorriqueña.

-Sí, pero soy una sierva de Dios y usted debería mirar bien de nuevo la foto. Soy yo, fíjese bien.

Y en ese momento, se inclinó hacia mi y muy bajito me dijo: “Bronca Segura, Armando”, mientras daba golpecitos con su dedo índice sobre el nombre del director de mi banco en las listas y me miraba a los ojos. Tragué saliva despacio.

-Hermana, tiene usted razón. Es asombroso lo que envejece hacer dulces.

-Sí, pero envejece más perder la fe. No lo olvide, aun es usted una niña.

-… (Silencio)… Daisy Jeannette Maria de todos los Santos. VOTA.

Daisy es la jovencita que me señala escondida, Concepción la 2ª por la izda.




Decid lo que queráis, a mi me dio mucho miedo y esa monja vota. Ella y las otras 25 que la acompañaban en el microbús que conducía Sor Concepción, también. Que Dios las proteja hasta que lleguen de vuelta, porque la hermana que conduce, con sus 94 años, parece un poco kamikaze. Todavía me estaba recuperando de mi surrealista reencuentro con la fe, cuando veo aparecer a mi hermano mayor. Tan sonriente él, dando la mano a todos y saludando. Muy guay, como siempre. Se acerca y me da un abrazo.

-Hermanita…

-Hombre, hermano. ¿Qué tal?

-Bien, aquí andamos. ¿Tú en la mesa? Qué coñazo, ¿no?

-Ya ves, me ha tocado. Me dijeron que llegaría lejos y mírame, Presidenta de la mesa electoral. No me cabe ninguna duda de quién eres, pero tengo que pedirte el dni, Arturo.

Lo sabía, es que lo sabía. Siempre fue un liante, ¡siempre! Le miré apretando los labios y me acerqué a su oído.

-Arturo, por casualidad, ¿hace cuánto que no renuevas el carnet? Esta foto te la hizo papá hace casi quince años, aun recuerdo el día.

-Jo, Isa, es que no he tenido tiempo. Te prometo que lo hago esta semana, pero déjame votar, qué mas dará. Por favor… ¡Si soy yo!

-Joder, en qué lios me metes, te voy a matar… Venga, anda, vota.

Empezaba a sentirme observada por el interventor. Efectivamente, me miraba con la boca abierta. Y con él, los vocales, el secretario, el de seguridad y el del catering que entraba por la puerta. Fue muy descarado. Puede que saltarme por tercera vez las normas en menos de una hora no fuese lo más adecuado. Tenía que empezar a portarme bien, me había poseído un espíritu corrupto al nombrarme Presidenta. Qué dulce sensación de impunidad, es lo que tiene el poder. El poder engancha, es peor que una droga. Y yo me sentía poderosa.

El día continuó tranquilo. Hasta las cinco de la tarde, que volví a delinquir. Una mujer trajo su papeleta de casa en un precioso sobre rosa perfumado. A ver, ¿quien era yo para quitar la ilusión a esa señora? ¡Si además nos había traído porras! Maldita sea, ¡PORRAS! En esta mesa sois todos unos rancios. Total, que estaba tan feliz pasando mi resacón haciendo barquitos en el café, cuando veo aparecer por la puerta a mi ex. Oh, Dios… Tan guapo, tan alto... Se me cayó hasta la porra en la taza, perdida me puse. Debía ser firme y recordar porqué le deje.

-Rubia…

-Hola, Dani. ¿Qué tal?

-Bien, más o menos. ¿Y tú?

-Bien, bueno, normal. Nada relevante, mi vida es muy aburrida.

-…

Silencio, uno de esos en los que ninguno acierta a decir “te echo de menos”.

-En fin… Déjame tu dni, por favor.

Manos a los bolsillos, la camisa, cazadora. Nerviosismo, no lo encuentra.

-Juraría que lo llevaba, ¿dónde lo he metido?

En esto, mi vecina, que estaba detrás de Dani, gritó:

-Muy bonito todo, pero que se aparte. ¡Quiero irme ya!

-Usted cállese o le cuento a su marido que se tira al del 4º C. respondí.

Quince minutos después, el dni seguía sin aparecer y yo empezaba a ponerme nerviosa. Debía deshacerme de él, mi ex es un embaucador profesional.

-Dani, déjalo. No puedes votar.

-Isabel, estaba seguro de que lo llevaba, debe haberse caído o algo.

-Ya, bueno, pero esto es lo que hay. No puedes votar.

-No has tenido suficiente con dejarme, ¿también me vas a hacer esto?

-Ay, la madre, lo que hay que oír... Dani, te dejé después de que desaparecieses durante más de dos semanas, dejándome tirada sin ninguna explicación. Si lo piensas un poco, puede que no te parezca tan raro.

Capullo arrogante... Con lo enamorada de ti que estoy.

-Ya te dije que estaba hasta arriba de trabajo, ¡que no tuve ni un momento!

-No es falta de tiempo, es falta de ganas. Venga, por favor, te conozco perfectamente y vas con el móvil hasta al baño. Un mensaje, una llamada rápida, algo. Mira, déjalo.

-¿Que lo deje? ¡No me muevo de aquí hasta que me escuches!

Madre mía, ¡mi ex me estaba haciendo un escrache! Lo que me faltaba.

-No es el lugar para montarme una escena, Dani.

-Pero…

-Se acabó, si quieres vota, pero no sigas con esto.

-¡Que no! Tienes que escucharme. –exclamó dando un golpe sobre la mesa.

Y es que a mi ex, siempre le gustó mucho mandar, pero hoy estaba en mi feudo. Esta vez, yo tenía el poder y ésta no se la iba a pasar. Como si se hubiese apoderado de mi el mismísimo Al Capone, me incorporé despacio y sin dejar de mirarle a los ojos, le dije en un tono muy templado: 

-Dani, voy a pasar por alto lo de tu dni y que ni siquiera sea éste tu ayuntamiento, pero si no quieres que te saque la policía esposado de aquí, vota y vete.

Ay, Señor, otra vez abusando de mi autoridad, me había saltado las normas por enésima vez. El poder me estaba convirtiendo un monstruo, ¡tenía que salir de ahí! En tan solo unas horas, había cometido casi media docena de infracciones. Os parecerá una tontería, pero empiezas así y terminas aceptando sobres. Yo mejor no me arriesgo, ahora mismo me da un vahído y que me alejen de este asiento. Saqué mi lado más teatrero y, haciéndome la sofocada, empecé a abanicarme con una papeleta. Rápidamente, un vocal me preguntó.

-¿Estás bien?

-No, no, no, no. Me siento muy mareada, creo que me voy a desmayar.

-Sé lo que pretendes y quiero proponerte algo. Somos dos vocales, si enfermas, uno de los dos te sustituirá. Si me designas a mí, me comprometo a pasar por alto todo lo que has hecho hoy.

¡SERA SINVERGUENZA!

Me está haciendo chantaje, ¡CHANTAJE! ¿Qué clase de infierno es éste? ¡Aquí no hay nadie de fiar! Y ahora, ¿qué hago? Si me quedo, me delatará, y de aquí al cuartelillo hay un paseo nada más. Podría destituirle, pero sabe lo que he hecho. Al final, en política todos tenemos algo que callar. Ya estaba viendo mi primer expediente policial, o apareciendo en los periódicos bajo titulares como: "Parecía una buena chica". Acepto, que se ponga en mi sitio ese vocal, yo no puedo más. Aun no sé quién ganará, ni lo quiero saber. Viendo lo visto, nada va a cambiar.

Y es que todo el mundo desea tener poder. Sólo desgasta a los honrados.


@isabel_ecogest

4 comentarios:

  1. jajajaja
    Todo eso que te ha pasado, se podría llegar a soportar en un día normal, pero en uno de resaca... Yo no habría dejado votar a tu ex. Al fin y al cabo, te amparaba la ley.
    Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Resaca copera, además! Un desastre...

    Gracias por tu comentario. Un abrazo muy fuerte!

    ResponderEliminar
  3. Esto de las elecciones es algo que siempre me ha hecho sospechar. Es decir, yo por ejemplo, el domingo voté treinta y siete veces. Da la casualidad que tengo el DNI falso que utilicé en mi adolescencia con el nombre de Jose Antonio García López. Resulta que no hay municipio en España en los que no te puedas encontrar a alguien que se llame así en este país, así que el domingo, tras la resaca de la Champions, decidí ejercer mi derecho al voto en la proporción que creo que me merezco: cada persona un voto, salvo yo que tengo treinta y siete.

    El caso es que creo que no valió ninguno, porque la papeleta que introduje en la urna era una foto mía, que ponía "voto a yo".

    No hay quien entienda las jornadas electoriles.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  4. Jajajajajajajja!

    Un abrazo a los treinta y siete!

    ResponderEliminar